1. Lee como un loco. Pero intenta hacerlo analíticamente —que puede ser duro, porque cuanto mejor y absorbente es una novela, menos consciente eres de sus estratagemas. Pero merece la pena averiguar cuáles son: pueden ser útiles para tu trabajo. Ver películas también me parece instructivo. Casi todas los taquillazos de Hollywood son desesperadamente largos y flojos. Intentar visualizar cómo habrían mejorado estas películas con unos pocos cortes radicales es un gran ejercicio en el arte de la narración de historias. Lo que me lleva a...
2. ...cortar como un loco. Menos es más. He leído muchas veces manuscritos —incluidos los míos— donde, en el principio, de por ejemplo el segundo capítulo, he pensado: «Aquí es donde debería haber empezado la novela». Una gran cantidad de información sobre un personaje y sus antecedentes puede resolverse con pequeños detalles. La carga emocional que sientes hacia una escena o un capítulo se moverá hacia otras historias. Sé profesional. De hecho...
3... Trata la escritura como un trabajo. Sé disciplinado. A muchos escritores les entra una especie de TOC con esto. Graham Greene escribía 500 palabras al día. Jean Plaidy llegaba a las
5.000 antes de comer, después pasaba la tarde respondiendo el correo de los fans. Mi mínimo es 1.000 al día —a veces es fácil de lograr, y otras, francamente, es como cagar un ladrillo, pero me obligo a quedarme en la mesa hasta que he llegado ahí, porque sé que haciendo eso estoy avanzando en el libro. Esas 1.000 palabras pueden ser basura —a menudo lo son. Pero entonces, siempre es más fácil volver a ella otro día y hacerlas mejor.
4. Escribir ficción no es una «auto-expresión» o «terapia». Las novelas son para los lectores, y escribirlas quiere decir la construcción desinteresada, elaborada y paciente de los efectos. Pienso en mis novelas como viajes en atracciones de feria: mi trabajo es asegurar al lector en su coche al comienzo del capítulo uno, y después rodarlos y moverlos a toda velocidad por las escenas y las sorpresas, en una ruta cuidadosamente planeada, a un ritmo de fina ingeniería.
5. Respeta a tus personajes, incluso a los menos importantes. En el arte, como en la vida, cada uno es el héroe de su historia particular; vale la pena pensar en cuáles son las historias de tus personajes secundarios, aunque sólo se crucen ligeramente con la de tus protagonistas. A la vez...
6. ... No llenes de gente el relato. Los personajes deberían ser individualizados, pero funcionales —como las figuras en un cuadro. Piensa en La coronación de espinas, de El Bosco, en la que un paciente y sufriente Jesús está rodeado de cerca por cuatro hombres amenazadores. Cada uno de los personajes es único, y con todo representa a un tipo; y colectivamente forman una narrativa que es más poderosa por ser tan justa y económicamente construida. Sobre un tema parecido...
7... No escribas de más. Evita las frases redundantes, los adjetivos que distraen, los adverbios innecesarios. Los que empiezan, especialmente, parecen creer que escribir ficción requiere un tipo especial de prosa florida, completamente distinta de cualquier clase de lengua que uno se pueda encontrar en la vida del día a día. Se trata de un malentendido sobre cómo se producen los efectos de la ficción, y que pueden disiparse obedeciendo a la regla número uno. Leer algo de la obra de Colm Tóibín o Cormac McCarthy, por ejemplo, es descubrir cómo un vocabulario limitado deliberadamente pueden producir un impresionante impacto emocional.
8. El ritmo es crucial. Escribir bien no es suficiente. Los aprendices pueden ser buenos haciendo una página simple de prosa bien elaborada, pero a veces carecen de la habilidad de llevar al lector a un viaje, con todos los cambios de terreno, velocidad y modo que implica un largo viaje. De nuevo, encuentro que las películas pueden ayudar. La mayoría de loas novelas han de acercarse, detenerse, retroceder, avanzar, de forma bastante cinematográfica.
9. Que no cunda el pánico. A mitad de escribir una novela, he experimentado regularmente momentos de terror, al contemplar las tonterías en la pantalla ante mí y ver más allá, en rápida sucesión, las reseñas despectivas, el bochorno de los amigos, la carrera fracasada, los ingresos menguantes, la casa embargada, el divorcio... Trabajar con obstinación durante crisis como estas, en cambio, me ha llevado hasta el final. Dejar la mesa por un rato puede ayudar. Hablar del problema
puede ayudarme a recordar lo que estaba intentando lograr antes de atascarme. Irse a dar un largo paseo casi siempre me hace pensar en mi manuscrito de un modo ligeramente distinto. Y si todo esto falla, queda rezar. San Francisco de Sales, el santo patrón de los escritores, me ha ayudado a menudo en una crisis. Si quieres extender tu red con más amplitud, puedes intentarlo apelando a Calíope, la musa de la poesía épica, también.
10. El talento lo puede todo. Si eres realmente un gran escritor, no te hace falta aplicar ninguna de estas reglas. Si James Baldwin hubiese sentido que necesitaba aumentar un poco el ritmo, nunca habría logrado la extensa intensidad lírica de La habitación de Giovanni. Sin la prosa «sobreescrita», no tendríamos la exuberancia lingüística de un Dickens o una Angela Carter. Si todos fuesen económicos con sus personajes, no habría Wolf Hall... Para el resto de nosotros, sin embargo, las reglas son importantes. Y, de modo crucial, sólo entendiendo para qué son y cómo funcionan puedes empezar a experimentar rompiéndolas.
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