1. Olvídate de la vieja y aburrida máxima “escribe sobre lo que sabes”. En su lugar, busca un espacio desconocido pero cognoscible de la experiencia que mejore tu comprensión del mundo y escribe sobre eso.
2. No obstante, recuerda que en las particularidades de tu propia vida se encuentra la semilla que alimentará a tu trabajo imaginativo. Por lo tanto, no tires toda tu autobiografía por la borda. (Ya hay memorias de escritores más que suficientes por ahí.)
3. Nunca te conformes con un primer borrador. De hecho, nunca te conformes con nada de lo tuyo hasta que estés seguro de que es tan bueno como tus poderes finitos pueden permitirlo.
4. Escucha las críticas y las preferencias de tus “primeros lectores” de confianza.
5. Cuando llega una idea, guárdala un rato en silencio. Recuerda la idea de Keats de “capacidad negativa” y el consejo de Kipling de “déjate llevar, espera y obedece”. Junto con tu recopilación de datos concretos, permítete también soñar tu idea como realidad.
6. En la etapa de planificación de un libro, no planees el final. Tiene que ser de todo lo que le precede.
7. Respeto a la forma en que los personajes pueden cambiar una vez que tienen 50 páginas de vida. Revisa su plan en esta etapa y mira si algo tiene que ser modificado para poder asumir esos cambios.
8. Si estás escribiendo ficción histórica, no pongas como protagonistas a personajes reales muy conocidos. Esto sólo creará “malestar biográfico” en los lectores y los enviará a los libros de historia. Si tienes que escribir sobre personas reales, haz algo post-moderno y lúdico con ellos.
9. Aprende del cine. Sé económico con las descripciones. Distingue los detalles reveladores de los que no aportan nada. Escribe diálogos que la gente pueda tener realmente.
10. Nunca comiences el libro cuando sientas que debes hacerlo, posponlo un poco.
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