No leas.
Mira las figuras blancas que dibujan
los intervalos que separan
a las palabras de muchas líneas de libros,
e inspírate en ellas.
Dale a los demás a guardar tu mano.
No te acuestes sobre las murallas.
Retoma la armadura que te has quitado
a la edad de la razón.
Pon al orden en su lugar,
desarregla las piedras del camino.
Forma tus ojos cerrándolos.
Dale a los sueños que has olvidado,
el valor de lo que no conoces.
No prepares las palabras que gritas.
Róbale el sentido al sonido,
hay tambores velados hasta en las vestiduras claras.
Habla según la locura que te ha seducido.
Lo que encuentras
sólo te pertenece mientras tu mano está tendida.
Hazles la sorpresa de no confundir
el futuro del verbo tener,
con el pasado del verbo ser.
Al que pida ver el interior de tu mano,
muéstrale los planetas no descubiertos en el cielo.
Abstente de lo que tiene la cabeza sobre los hombros.
Regula tu marcha con la de las tormentas.
Mira la flor de la enredadera; no deja oír.
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