La
longitud es, como mucho, una manera poco pulida de clasificar a las obras
escritas, y sin embargo al parecer constituye el punto de partida del análisis
de sus relatos, muchos de los cuales son (contrariamente a esta convención) asombrosamente
cortos. Al leer el cuento Samuel Johnson está indignado me llamó la
atención que, si bien está contenido en una sola oración, es maravillosamente
extenso, y presenta personajes (la voz narradora y Johnson), perspectiva y
misterio. Un amigo, que leyó el mismo cuento, lo condenó de ser “una oración,
no un cuento”. ¿Puede una oración ser un cuento corto? ¿Quién decide si una
obra es un cuento corto, un poema, una monografía o una novela: el autor o el
lector?
Es
evidente que siempre es difícil catalogar a obras que no encajen dentro de
alguno de los géneros aceptados. Para empezar, yo diferenciaría entre el
‘cuento corto’ y la ‘narración’ (aunque estas etiquetas no suenen
necesariamente muy cuerdas), por la simple razón que ésta es la clasificación a
la que estamos acostumbrados. Yo crecí con el “cuento corto” y con escritores
especialistas en este género, y para mí todavía tiene el mismo significado que
el cuento corto de narrativa convencional a lo Chekhov o Flannery O´Connor,
Maupassant o Alice Munro, completo con diálogo, personajes y escenario, además
de otros elementos. Dejando lo ‘corto’ de lado (aunque parezca extraño, dado
que estamos hablando sobre unos cuentos realmente muy cortos), sostengo que la
palabra ‘cuento’ por sí misma puede incluir formas más excéntricas. Supongo que
lo único que se necesita es mantener el término y redefinirlo. En otras
palabras, la verdad es que comencé escribiendo cuentos cortos narrativos
convencionales, pero comencé a desarrollar otra forma de cuento, si bien
todavía tenía el hilo de la historia en mente mientras escribía. A medida que
la forma se fue volviendo radicalmente diferente, comencé a considerar otros
términos que definieran lo que estaba haciendo, pero ninguno me venía bien.
‘texto’ suena un poco aburrido, ‘poesía en prosa’ demasiado lírico y falto de
dinamismo. Esos términos no describían ni mis intenciones ni el carácter de mi
trabajo, por lo que seguí ateniéndome a la clasificación de ‘cuento’. El
propósito del autor reviste importancia, si bien pienso también que un lector
puede refutar el término. Quizás algunos lectores consideran a las obras más
cortas del libro, incluyendo a Samuel Johnson está indignado, narración
y otros no, y quizás a nadie le parecerían narraciones si no estuvieran
rodeadas por obras más largas que son evidentemente narraciones en un sentido
más convencional, en un libro descritas como una colección de historias. Yo
quiero que las más cortas sean bastante explosivas, que crezcan en la mente del
lector, tal como fue su experiencia, según Ud. implica.
Alberto
Mobilio hizo el siguiente comentario sobre su trabajo en el New York Times:
“De hecho, su actuación es inexpresiva y sus cuentos llegan a profundidades
incoherentes e interminables, lo que insinúa a Davis como una erudita en las
artes cómicas, de las que tienen más éxito en una conferencia de filósofos que
en un club nocturno”. Al igual que Beckett, gran parte de su ficción deja una
impresión incómoda, entre lo cómico y lo trágico, y uno no sabe si reírse o
llorar. ¿Le sorprendieron las reacciones como las de Mobilio, o es que el toque
cómico es puramente intencional?
Durante
mi primera interpretación pública el público me sorprendió con su risa, porque
no tenía la intención de ser cómica. De hecho, es difícil tratar de ser cómica.
Pero me estaba metiendo dentro de ciertos personajes, escribiendo desde el
punto de vista de aquel que encuentra difícil funcionar en la sociedad, y a
menudo lo que hacían y decían resultaba chistoso sólo porque reflejaba una
realidad graciosa. Un ejemplo reciente: he estado enviando quejas (en forma de
‘cuentos’). Tengo una carta de queja seria escrita por una mujer a quien le ha
molestado el diseño gráfico de un paquete de arvejas congeladas. Tiene buenas
razones para haberse ofendido, que tienen que ver con la comida orgánica y las
malas prácticas agrícolas, y es muy específica en cuanto a sus razones, pero su
queja y la forma de hacerlo son, sin saberlo ella, muy graciosas. El humor ha
ocupado un lugar central en mi vida y en mi trabajo por tanto tiempo que es
difícil imaginarse que no hubiera sabido lo graciosas que eran mis historias
antes. Ahora lo sé, pero repito: no escribo con el propósito de ser cómica (y
por supuesto, no todas las historias son graciosas). Mi manera de escribir
refleja únicamente mi manera de percibir la vida, que incluye un montón de humor
así como también la dosis apropiada de tragedia. (Supongo que la combinación de
estos dos elementos es natural, ya que en la vida real están
interrelacionados).
Volvamos
al título del cuento de su última colección, Samuel Johnson está indignado,
que es una oración de Boswell: “Samuel Johnson está indignado que Escocia tenga
tan pocos árboles”. Ud. ha creado una historia por el hecho de haber destacado
esta frase por separado, y sin embargo no es la escritora original de esta
oración. ¿Qué tenía en mente cuando se decidió a usarla, y como la hizo propia,
por decirlo de alguna manera?
¡Qué
pregunta difícil! Existen cuentos mucho más largos también, en los cuales he
utilizado lo que otros han escrito, ya que percibí un gran potencial en
colocarlo en u
n contexto diferente. Uno fue Lord Royston´s Tour (“La
visita turística de Lord Royston”) de una colección previa, Almost No Memory
(“Casi nada de memoria”), para el cual utilicé fragmentos de cartas que Lord
Royston, erudito en estudios clásicos de principios del siglo XIX, envió a casa
durante su gira alrededor del mundo. (Su viaje terminó en naufragio y se ahogó,
por lo que este viaje lo condujo a la muerte). Otro fue Extracts from a Life
(“Fragmentos de una vida”) en una colección aún más temprana, Break It Down
(“Acaba con ello”), que utiliza fragmentos de un libro por Shinichi Suzuki, que
es necesario leer si los hijos están estudiando el método Suzuki. Estas obras
tenían un valor específico (el valor inicial) en su forma original, pero
cambiarlos de lugar les confiere una vida diferente, como acabo de explicar.
Las intenciones de Boswell al escribir esa oración eran muy diferentes de las
mías. Su contexto les quitó a las oraciones el elemento de sorpresa, por
ejemplo. Según la forma que adoptan en mi libro, la oración no es completamente
mía, pero ya no es más estrictamente de él, al menos en mi opinión. O quizás la
historia en sí es mía, mientras que la oración todavía es suya.
En una
reciente entrevista con Three Monkeys Online, el escritor Chuck
Palahniuk afirmó: “Me adhiero a la teoría de Derrida, que afirma que la ficción
es un tipo de software que opera en la mente del lector para producir un
resultado emocional. De esta manera, el cuento constituye una fórmula muy
calculada que debe utilizar cada recurso disponible para conseguir el mejor
efecto. Esto incluye el control completo del ´ritmo´ o entrega del material”.
Más que ningún otro autor que pueda pensar en este momento, Ud. deja grandes
espacios en blanco para que el lector los interprete. Cuentos como Jury Duty
(“Actuación como miembro de jurado”) por ejemplo requieren un esfuerzo
imaginativo de parte del lector para ser leídos desde el principio hasta el
final. ¿En qué medida le preocupa transmitir un significado o tono específico
en sus obras?
p>Qué
casualidad que mencione a Jury Duty, porque justo esta semana me toca
ser parte de un jurado, luego de seis o siete años. No comienzo un relato con
ningún significado específico o tono en mente, y a menudo lo termino sin
considerar ningún significado específico o tono. Sólo me detengo a considerarlo
si me causa problemas como “aquí hay algo que no funciona, ¿por qué me da la
impresión de estar un poco ´apagado´?” O quizás no considero bien el
significado hasta cuando la historia esté terminada, mientras que el tono es
algo con lo que jugueteo más concientemente durante las últimas etapas del
proceso de composición de la historia, pero insisto: sólo lo hago si el tono se
me hace algo apagado. En el caso de Jury Duty, la sola experiencia me
sorprendió a la vez que me fascinó, y es por eso que quise escribir acerca de
ella. No dejaba de preguntarme qué forma usar (por lo general, la forma es algo
que surge automáticamente en mi mente) ya que las formas se dan naturalmente
según el tipo de historia. En este caso saqué la forma del libro de preguntas y
respuestas de David Foster Wallace, Brief Lives of Hideous Men
(“Entrevistas breves con hombres repulsivos”), sacando las preguntas. No me
había gustado la historia, me pareció bastante horrorosa, pero la forma se daba
para mi historia, ya que para seleccionar a los miembros del jurado se hacen
muchas preguntas y la historia sugiere además que el narrador es a veces
incómodamente interrogado “sin piedad”. También me divertió la historia: salta
de maduro que el interrogador no se fijó en el nombre Sojourner Truth
(del ingés: “morada de la verdad”), y se implicaban además problemas familiares
que el narrador no llegó a explicar. Ahí por ejemplo yo deliberadamente mediría
lo que incluyo en la historia: un poquito al comienzo y nada más. Parezco
trabajar para cumplir con las exigencias de la historia misma, no para lograr
algún efecto para beneficio del lector. No calculo mucho de antemano, si llego
a esto, pero cuando la historia está más o menos terminada la leo y la releo,
para verificar qué efecto cada parte causa en mí.
Ud ha
traducido obras de escritores franceses como Maurice Blanchot, Michel Leiris, y
más recientemente Proust, aunque habla otros idiomas. ¿Hay algo que le atraiga
específicamente de la literatura francesa, o es una cuestión de sentirse más
cómoda traduciendo del francés al inglés?
Comenzó
como una decisión simplemente pragmática: recibí la mayor parte de mi formación
en francés, me fui a vivir a Francia después de terminar la universidad, y
necesitaba vivir de algo. Aparte de eso, me sentía cómoda trabajando con otros
idiomas, ya sea traduciéndolos o aprendiéndolos sobre la marcha. Traducir
literatura francesa para ganarme la vida fue algo por lo tanto natural (¡aunque
no muy rentable!). La traducción de Proust hace un par de años fue una clase de
colmo o ápice que culminan más de treinta años de traducción, por lo que ahora
estoy dejando de hacer traducciones del francés para ganarme la vida y estoy
probando con otros idiomas por curiosidad (hasta ahora he hecho traducciones
del castellano y del sueco, y del inglés del siglo XVIII. Diría, para responder
a la pregunta más directamente, que me sentí atraída hacia ciertos autores
franceses, tales como los mencionados, y hacia la actividad misma de la traducción,
más que hacia toda la literatura en francés, que es tan vasta.
El
trabajo de traducción, o bien la relación con idiomas extranjeros y su
gramática, ¿han tenido mucha influencia en su trabajo? Mientras vivían en el
extranjero, tanto Joyce como Beckett escribieron en contra de las reglas en lo
que respecta a estructura narrativa, puntuación y gramática. Obviamente sus
innovaciones se vieron forjadas no sólo por medio del proceso de vivir en otro
idioma, pero no cabe duda que esto tuvo una gran influencia.
Supongo
que el hecho de vivir día a día en otro idioma, en otra gramática, en otra
manera de percibir el mundo, y también teniendo que escribir en inglés dentro
de las estrechas restricciones de las elecciones de otro autor se han combinado
y me han vuelto en extremo alerta en lo que se puede lograr con la prosa
inglesa, en la cantidad de formas de decir una cosa y en el efecto que cada una
de esas formas tiene. Y es cierto que partí de la narrativa tradicional del
cuento corto mientras vivía en Francia. Puede ser que vivir rodeada por un
idioma extranjero es muy sano para la apreciación del idioma nativo: el medio
circundante no lo utiliza con exceso, lo que lo hace más fresco al oído y al
ojo. Fue un escritor estadounidense, Russell Edson, cuyas extrañas historias
(que al parecer llama, lo que yo no haría, poemas) me demostró que se puede
escribir en la forma que uno desee, cualquiera sea esta.
El
escritor egipcio, Alaa Al Aswany, luego de escribir la novela The Yacoubian
Building, que en árabe fue un best seller, continuó con su trabajo como
dentista, aunque sea de vez en cuando. S
us motivos fueron inicialmente
económicos, pero rápidamente se convirtieron en una elección, ya que le
facilitaba el estilo de escritura, manteniéndolo en contacto con “la vida
real”. Ud. ha balanceado el trabajo, la familia, y la escritura. Si le dieran a
elegir, ¿le gustaría haberse dedicado entera y solamente a escribir (con un
mecenas que no imponga condiciones, y que incluya guardería infantil)? ¿Piensa
que habría producido ficción más larga, al contrario de grandes cantidades de
ficción corta?
Otra
pregunta interesante. De hecho, en este momento no estoy trabajando, mi hijo
menor ya casi se ha ido de casa, y estoy escribiendo obras mucho, mucho más
largas, quizás demasiado largas. Es difícil determinar qué efecto tienen las
distintas influencias. He producido algunas historias algo más largas, tales
como Lord Royston, y está además la novela, que escribí cuando tenía
todavía dos niños en casa, utilizando un Kaypro, un ordenador muy antiguo con
el que no se podía poner más de diez páginas en disco, lo que me tenía ocupada
copiando de disco a disco (como si la novela no fuera lo suficientemente
confusa ya). Luego de tener a mi primer hijo me vi obligada a enfocarme mejor en
mi trabajo porque tenía mucho menos tiempo para soñar despierta o para
desesperarme sobre qué tema escribir, por lo que ese tipo de restricciones es
bueno. Pero también es cierto que no se puede tener trabajos de gran
envergadura en mente (The Arcades Project, de Benjamin) porque el tiempo
disponible está simplemente demasiado fragmentado. Creo que se puede dedicar
atención a dos de los tres aspectos que menciona: trabajo y escritura, familia
y trabajo, familia y escritura; pero no a los tres al mismo tiempo.
Para
Joyce, su colección de cuentos cortos Dubliners constituía una colección
de “epifanías” (y definía “epifanía” como la revelación de lo que es una cosa),
cuando un artista podía encontrar una repentina manifestación espiritual ya sea
en “la vulgaridad del habla o de un gesto o de una fase memorable de la misma
mente”. Me parece una descripción adecuada para mucho de su trabajo, donde se
enfoca precisamente en formas del habla, situaciones, o de hecho una fase de la
mente, que produce un momento de revelación.
Sí,
supongo que ese sería el resultado de mi manera de trabajar: simplemente, si
algo que se me ocurre o que presencio me deja alguna impresión (por ejemplo,
esta persona que conozco tan bien se comporta completamente diferente esta
mañana), tomo nota de ello, y si hay algo más que decir al respecto, una manera
de desarrollarlo (esta persona que conozco tiene cuatro o cinco personalidades
y trato a cada una de una manera distinta), paso a desarrollarlo en la forma
que tenga sentido (un párrafo conciso si es todo lo que hay para decir al
respecto). Ha sido cuestión de situaciones fuera de mí o dentro de mi mente que
me han llamado la atención, no de mí yendo a buscarlas. Algunas de las cosas
que me llaman la atención tienen que ver, inevitablemente, con el lenguaje
(nota vista en una habitación de hotel: “Shelly, su mucama, ha estado aquí”)
porque el lenguaje es una parte tan grande de mi vida, y porque cualquier
extraña distorsión puede transmitir tanto en un espacio tan pequeño.
En una
entrevista muy Buena con la revista Bomb, Ud. habla acerca de la
mecánica de arreglar una historia que no funciona, y su leve inquietud con
esto: “Agregué otra capa, y esa dimensión o perspectiva adicional convirtió
instantáneamente a la historia en más rica y más interesante. ¿Pero es esto
hacer trampa o no? […] Tendría que haber tenido esa intención desde el
comienzo, esto tendría que haber formado parte integrante de la concepción
completa; o la historia debería haber sido lo suficientemente fuerte como para
valer por sí misma de todas formas”. ¿Existen las historias que vienen
fácilmente, que requieren muy poco trabajo, y de ser así, las tiene en más alta
estima con respecto a aquellas que ha tenido que trabajar duro?
Claro
que sí: hay historias que saltan rápidamente de una vez y que requieren muy
poca revisión (de todas formas siempre las reviso muchas veces para asegurarme
que la repetición sea buena y no excesiva, que la puntuación esté bien, etc.,
pero siempre me resultan finalizadas un 90%). Por otra parte están las
historias que resultan fofas, que les falta algo, comienzan bien pero la
historia se descarrila y se esfuma. Varias de ellas están todavía guardadas en
el cajón, pero no las voy a abandonar mientras tengan algo de interesante o
bueno. Cae de maduro que no es muy cómodo trabajar con historias que tienen que
remendarse y parcharse y enmendarse. (Una bastante corta, The House Behind,
apareció en una muy locuaz versión escrita con caracteres grandes, porque había
estado leyendo Hawthorne antes de volver a trabajar en ella). Ciertas
narraciones quedan bien sólo al final del proceso. Las historias difíciles,
algunas de las más largas y más tempranas, me dieron la impresión de ser
“historias para aprender a escribir”: probablemente mi estilo mejorara cada vez
que las reescribía. Y sí, probablemente terminaron cansándome cuando finalmente
las terminé. Un lector no se cansaría de ellas porque no se ha visto obligado a
pelear con ellas. No hubo muchas así. Necesité juguetear algo con determinados
cuentos cortos en el último libro aún si a veces consistían en el título y una
sola oración, pero más cortas son, más cuenta cada palabra y su lugar en la
frase. No las tengo en baja estima, no: una vez que me salió la historia como
quería, estoy encantada con ella.
Finalmente,
Ud. ha mencionado en un número de entrevistas su ambición de largo tiempo de
escribir una novela en la forma de una gramática francesa. ¿Puedo ser intruso y
preguntarle cómo le está yendo con este proyecto? ¿A qué tipo de desafíos debe
enfrentarse cuando aborda proyectos ambiciosos como este?
Me está yendo
bien, gracias, aunque voy muy lento porque escribo otras cosas al mismo tiempo.
Por ejemplo, últimamente estoy intentando un tipo de forma de sociología
figurada o documental, algo que posiblemente sea una 7/8ava parte no ficción,
en la cual es realmente difícil distinguir la narrativa, tal como el análisis
de las cartas que desean mejoría de salud de niños (reales) de 9 y 10 años de
edad, o un estudio de la salud y vitalidad de dos damas de edad (reales). Lo
difícil es, en un proyecto tan ambicioso, guardarme todo para mí durante tanto
tiempo… años, en realidad.
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