La historia del libro corre
paralela a la de la censura. Una de las cosas esenciales que proporciona la
lectura es aprender a pensar, y no hay nada más peligroso para el poder que un
pueblo pensante. La tarea del político es más fácil frente a un pueblo idiota,
educarnos en la estupidez es quitarnos los libros, y eso siempre ha sido tarea
de dictadores.
El amor por la lectura es algo que se aprende pero no se
enseña. De la misma forma que nadie puede obligarnos a enamorarnos, nadie puede
obligarnos a amar un libro. Son cosas que ocurren por razones misteriosas, pero
de lo que sí estoy convencido es que a cada uno de nosotros hay un libro que
nos espera. En algún lugar de la biblioteca hay una página que ha sido escrita
para nosotros.
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