Era Evelyn Waugh
tan virulento como es Naipaul? Mil veces más, pero era blanco. Además hay mucha
gente en estas islas que no considera a Naipaul inglés. Los ingleses parecen
haber inventado el racismo. No hay más que recordar una vieja favorita. Es la
frase que dice: “Los negros empiezan en Calais”. Es, por supuesto, mucho más
racista que la frase, comúnmente atribuida a Napoleón, “áfrica empieza en los
Pirineos”.
Saber bien las
cosas (entre ellas las fuentes de su cultura) y su versión de las cosas se proyecta
sensiblemente al futuro: de la India, de la Argentina, de la literatura
inglesa. Sin embargo leyendo a Naipaul siento lo que sucede con Conrad y con
Nabokov: es un extranjero quien escribe. Tal vez un extranjero en todas partes:
un exiliado. Puede ser también un estilista forzoso o un naturalista con un
estilo bien cortado, a su medida. Pero Naipaul es un naturalista que tiene al
hombre desplazado como objeto de su estudio. Es otro naturalista del Plata, un
estudiante en Oxford, un viajero de otros mundos y un estudioso del escritor y
sus fantasmas.
Conrad es un
extraño y un extranjero blanco atrapado en situaciones que se originan entre
nativos. Marlow, su alter ego, es un espectador complejo y sus
relaciones se ven siempre complicadas por su origen. Pero sus inferiores son
siempre negros y malayos y mestizos -o un blanco que se aplatana, gone
native como Willems en El paria de las islas, y esta adopción de la
manera de comportarse entre dos razas cambia su carácter y su condición de
vida.
A pesar de todo
(su educación en Oxford, su oficio de escritor originado en la tradición
occidental y escrita en inglés), y aun de su conciencia propia, Naipaul no
escribe como un blanco, sino desde su punto de vista -iba a escribir punto de
mira, ya que su visión es siempre certera y siempre no sólo original sino
terriblemente personal. Pero Conrad es un punto de referencia sin el que, por
ejemplo, Graham Greene no existiría. La simpleza preferida por Orwell la
practica Naipaul como nadie en la literatura inglesa actual. Orwell veía el
estilo (es decir, el lenguaje, pues el estilo no es más que el encuentro en la
escritura de las posibilidades del idioma recibido y la dificultad de su
expresión) como una transparencia y lo comparaba al cristal de una ventana. Maugham,
que en la última novela de Naipaul es una suerte de mentor muerto, confiaba su
poder de convocatoria del lector medio, que es considerable, al hecho práctico
de no usar más palabras que las que conociera alguien no particularmente
interesado en otra cosa que la lectura directa. Era, es, una suerte de basic
English no sólo para extranjeros sino también para nativos: esos que tienen
al inglés como lengua materna.
Naipaul no es
nada si no es original: en sus ideas, en su estilo. Quizá su originalidad no pueda
ser inmediatamente percibida en una traducción cualquiera. Pero está siempre
presente en inglés: en un párrafo, en una frase, hasta en un adjetivo. Uno de
esos adjetivos lo adquirió en Argentina para hacer uso de él como un término
más moral que literario. Argentina necesita hombres eminentes. Pero había un
gran hombre en la Argentina, todavía hay un gran hombre en la Argentina y se
llama Borges. (El venerable Borges). Naipaul no lo quiso ver así y llamó a
Borges bogus. Así quería pronunciarlo Naipaul: bogus quiere decir falso,
falaz. Naipaul prefiere a Conrad como su héroe moral.
Hay algo que
nadie ha mencionado, a pesar de que su nombre de familia aparece al principio
de su último libro, al que no se puede llamar novela, Half a Man. Se
llama Somerset Maugham y es escritor. Naipaul parece hacer (medio en serio,
medio en sátira) un panegírico o al menos una mención honorable de su nombre.
Además su visión del mundo asiático y africano es muy parecida a la de Maugham,
sobre todo ensus cuentos. Pero también se acerca a Kipling en su visión del
imperialismo inglés en la India -y aun en los indios emigrados a América.
Además, Kipling y Naipaul tienen obsesión con la India. Pero Kipling prefería
la India musulmana a la hindú. Naipaul no prefiere ninguna de las dos y parece
exigente con ambas. Como Kipling (el primer inglés que ganó el premio Nobel)
Naipaul habría nacido en una versión de la India. Su versión, sin embargo, era
una isla en el Caribe. No, menos que eso: una versión de media isla y esta isla
estaba casi toda poblada por negros.
Dice Derek
Walcott, otro premio Nobel, otro poeta del inglés, mulato del Caribe, que
Naipaul odia a los negros. No lo creo, pero sí creo que, como Mark Twain, puede
decir: no me hablen de blancos ni de negros. Háblenme del hombre: no puede
haber nada -o nadie- peor. Pero su isla no tiene un nombre negro ni indio. Se
llama Trinidad. Para decirlo con etiquetas: el subdesarrollo, la nada
privilegiada realidad, el tercer mundo sin siquiera las mayúsculas. Quien
calificó al hombre como un animal sin ilusiones parecería estar hablando de
Naipaul. Pero él es el hombre de una sola ilusión: la literatura.
La verdad del
texto es la verdad del autor del texto y Naipaul ha escrito sus mejores páginas
sobre el otro. Ese otro escritor es un antepasado y antiguo artífice -y se
llama Joseph Conrad. Pero no es una relación fácil. Conrad, contra todas las
opiniones de los expertos, no es un escritor fácil. Cuando Nabokov lo llamó un
escritor para “gente joven” estaba declarando que no lo había leído o lo había
leído mal. Al contrario su dificultad es uno de los motores de su éxito
crítico. Conrad es un escritor difícil de leer, Naipaul no es difícil para
nada. Al contrario, su prosa es diáfana y sus ideas son la expresión de una o
dos obsesiones. La suciedad humana y el hedor son su hobby-horse: su
caballo de batalla. Otra obsesión es la soledad que, a pesar de sí mismo, busca
a toda costa.
Es realmente
curioso que su último libro sea una fábula (sin moraleja) y esto lo acerca no a
Maugham sino a Borges. Borges no es un cínico, Maugham lo es. Pero quizá Borges
tenía algo esencial que molestaba a Naipaul: era un suramericano (Naipaul de
cierta manera lo es) y a la vez era un europeo cuando escribía y cuando leía.
Borges además no era ni siquiera mestizo, como ahora quieren que sea los
utópicos -que muchas veces resultan solamente tópicos.
Conrad es, en
fin de cuentas, no un imperialista sino un reaccionario. Naipaul también. Pero
Conrad era un reaccionario de derechas y Naipaul parece ser un anarquista:
contra todas las banderas. No tiene, como se dice, paz con nadie: no ha firmado
nunca un armisticio y permanece en guerra con todo y contra todos. Eso es lo
que lo hace tan atractivo. (Aunque es más fácil decir que no que decir que sí).
En El enigma
de la llegada (a cualquier parte) escribe: “Más y más hoy día los mitos de
los escritores tratan de los escritores mismos... La escritura se ha hecho más
privada y más en privado glamorosa”. Naipaul echa la culpa -¿de qué, de la vida
glamorosa?- al cine y ya no hay “quien se despierte con el sentido de la
verdadera maravilla”. Y cree que ésta “es una definición cabal del propósito
del novelista en todas las épocas”.
Pero ¿qué pasa
cuando el escritor no es un novelista pero escribe de ficciones? Pasa Borges.
Borges es el outsider
inside. No para Naipaul en su breve ensayo (menos de la mitad del espacio
que dedica a Conrad) titulado “Borges y el pasado falaz”. Para Naipaul los
cuentos de Borges son “juegos intelectuales” y cita, in toto, (como
siempre en Borges el todo es menor que la suma de las partes) su narración del
mapa que es indistinguible del territorio cartografiado. Para Naipaul esta
descripción es “absurda y perfecta” y la proclama “minuciosa parodia... idea
grotesca”. A Naipaul no le gustan para nada.
Naipaul tiene,
como Nabokov, “opiniones contundentes”, pero su versión de Borges es la de
declarar que su performance, cualquiera que esta sea, es “curiosamente
colonial”. No quiere darse cuenta o admitir que su grandeza (la de Borges) es
más extraordinaria que la de Conrad. El novelista no es notable por sus
personajes o sus tramas, sino por haber escrito en inglés esa extraña versión
del marinero: un polaco en navíos británicos. Si Conrad hubiera sido sólo
capitán de barco, la literatura inglesa moderna y contemporánea hubiera sido la
misma y sólo se habría echado de menos a una o dos aventuras peligrosas. Pero
sin Borges no hubiera existido la literatura en español (y aún la literatura toute
courte) se habría reducido -o por lo menos no se habría enriquecido con sus
fábulas y con su concepto de qué es, precisamente, la literatura. Con todo,
Naipaul puede ser un crítico literario audaz, independiente y honesto. No hay
en él el menor oportunismo y es impermeable a las modas.
La última novela
de Naipaul, Half a Man (que se puede traducir como Un hombre
incompleto) es en realidad una fábula (sin moraleja por supuesto) y esto lo
acerca no a Maugham, aunque el personaje principal se llama Willy Somerset.
(Willy es como sus íntimos llamaban a Maugham y Somerset es su primer
apellido), sino a Borges. Naipaul ha escrito dos ensayos sobre Conrad y Borges.
El ensayo sobre Conrad es maestro, el de Borges es una acercación a Borges ad
hominem y, por supuesto, equivocada. Me parece que su equivocación es también
un error de lectura: hay que leer a Borges, contra toda otra lectura, en
español. El español de Naipaul no es suficiente, pero su inglés, nativo y luego
refinado en Oxford, y su condición de hindú que vive el resto de su vida,
cuando no está de viaje, en Inglaterra lo acerca extrañamente a Kipling. Aunque
se vea a Kipling como el vocero del imperio británico y a Naipaul como un paria
de las islas -y enemigo del imperio en todas sus formas posibles.
Su ensayo sobre
Conrad se titula “Conrads Darkness” y es una visión del
novelista salido del imperio como un hombre de la tiniebla más que de la
niebla. “Me sería duro”, escribe Naipaul, “estar distante de Conrad. Fue,
supongo, el primer escritor moderno”. Aunque Conrad comenzó a escribir a fines
del siglo XIX y vivió hasta los veinte del siglo XX, nunca pudo dominar el
inglés hablado como lo hizo con su escritura. Conrad hablaba “con un fuerte
acento polaco”. Mientras el inglés hablado de Naipaul es el idioma de Oxford,
con una cierta y suficiente pedantería, y su escritura es límpida y rica -tal
vez preciosista, como se muestra en sus descripciones del campo inglés (donde
vive casi como un recluso) en todas partes. Pero especialmente en su ¿novela?, El
enigma de la llegada en que recuerda, en su enumeración detallada de la
cultura rural inglesa y su flora, al Shakespeare arboricultor de, digamos, Enrique
V.
Curiosamente la
apreciación de Conrad de Naipaul pasa por el cine. “El sentido de la noche, de
la soledad y del destino quedó en mí, injertado, en mi fantasía, en los mares
del sur o los escenarios tropicales de las películas de Jon Hall y de Sabú”. Si
habla de la narración “La laguna” como “una pura pieza de ficción es porque”,
declara, “el cuento habla por sí mismo”. Es decir, “el escritor no se entromete
entre el cuento y su lector”. Lo contrario de la estética posmodernista. No
erran los críticos que dicen que Naipaul, como Conrad, es un escritor
romántico. Conrad lo es, por supuesto, pero la técnica en Naipaul está mechada
de desilusión y de su carácter misógino. Conrad ama, Naipaul odia. Y aunque
dice que “las palabras se metían en medio de la narración” de Conrad, considera
que algunos de “sus libros más famosos resultan impenetrables”.
Más adelante
cita el sistema de Conrad. Aparece en una carta de Conrad a Edward Garnett, su
editor: “Hay algo que da la impresión -hace su efecto. ¿Qué cosa es? No puede
ser sino la expresión -combinar las palabras, el estilo”. Naipaul cree que es,
para un novelista, una “asombrosa definición del estilo. Porque”, prosigue, “el
estilo en la novela y tal vez en toda prosa, es algo más que un ensamblaje de
palabras”. Es “algo más que un arreglo, aun una orquestación de percepciones;
es un asunto de saber qué poner”. Y termina y determina: “Pero Conrad apuntaba
a la fidelidad y la fidelidad lo hacía ser explícito”. (¿No sería mejor decir
que era un estilista considerable?). Una posible definición contraria de
Naipaul: “Cuando el arte copia a la vida y la vida a su vez convierte la vida
en un arte mimético, la originalidad del escritor se puede oscurecer a menudo”.
Luego declara qué significó Conrad para él: “El valor de Conrad para mí reside
en que alguien hace 50 ó 60 años meditó sobre mi mundo, un mundo que hoy
reconozco”. Pone a Conrad en una posición para él inapreciable: “No me siento
así acerca de ningún otro escritor de este siglo”. (Su ensayo está escrito en
1974). Pero “es interesante reflexionar sobre los mitos de otros escritores.
Con Conrad aparece el mito imperialista, el mito del hombre de honor, el
estilista del mar”. Según Naipaul esos mitos “no dan en la diana de lo mejor de
Conrad pero por lo menos reflejan su obra”. ¿Y de Naipaul qué? “Los mitos de
los grandes escritores usualmente tienen que ver más con su obra que con su
vida”.
Naipaul acusa a
Borges de distante y dice que nadie lo llama por su nombre y sólo unos pocos se
permiten llamarlo entonces Georgie y es para todo el mundo solamente
Borges. Ocurre que nadie puede siquiera deletrear los dos primeros nombres de
Naipaul y, ahora sólo unos pocos se permiten llamarlo Vidia, que es una
contracción de su primer nombre -aunque algunos lo llaman sir Vidia. Naipaul, a
su vez, ha sido acusado de distante y cuando se permitió tener un amigo íntimo,
éste, Paul Theroux, escribió un perfil dilatado que dio pie a una campaña de
odio en los medios literarios ingleses. Pero de ese libro surge, a pesar de la
envidia, y el resentimiento, un Naipaul formidable, como de una botella un
genio, como decía José Martí que debe ser el exiliado, “sin patria pero sin
amo”, ésta a modo de
biografía de los años africanos de Naipaul lo obligó a aislarse aún más y
recluirse en su casa de campo con su nueva esposa, una belleza que lo ha hecho
feliz. El escritor ha definido su alegría por el premio Nobel y se felicita por
pertenecer a la cultura inglesa y también a la hindú -pero en sus últimas
declaraciones no menciona para nada a Trinidad. A su vez su premio ha sido
recibido en Inglaterra, donde reside este vecino incómodo, con frialdad cuando
no con aversión. Solamente Martin Amis declaró alegrarse -pero no demasiado.
Pero la cantidad y calidad literarias de V. S. Naipaul, sea el que sea el
futuro que disponga de su voz y de su estilo, la suya es la presencia de un
escritor mayor en una literatura perceptiblemente disminuida. Muertos Evelyn
Waugh y Anthony Burgess y ninguneado siempre Malcom Lowry, Naipaul es el único
gran escritor inglés que vale la pena leer.
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