Los siguientes fragmentos
pertenecen a la primera parte de los Diarios (finales de los cuarenta y años
cincuenta):
* En el sillón del dentista,
vuelvo a pensar que soy como el prisionero que trata de escapar de la cárcel
por una ruta equivocada. Sin comprobar si la puerta está abierta, sigo cavando
el túnel con una cucharilla
Es una melancolía obstinada,
infinita, hundida en el sopor, el malestar o la pura y simple angustia de una
comida pesada después de misa….Más de la mitad del mundo está sumida en un
sueño irreparador.
¨*A medida que me acerco
a los cuarenta sin haber conseguido ninguno de los objetivos que me había
propuesto, sin haber alcanzado la profunda creatividad‒por la que me he esforzado durante años‒, siento que adopto una posición menor, oscura, mediocre,
que no es mi destino pero sí culpa mía, como si en algún momento me
hubiera faltado el ingenio y el valor para ajustarme de modo competente a las
formas que tenía a mano.
*Escribir bien, con pasión,
con menos inhibiciones, ser más cálido, más autocrítico, reconocer el poder de
la lujuria tanto como su fuerza, escribir, amar.
*No nací en una verdadera
clase social, y desde muy pronto tomé la decisión de infiltrarme en la clase
media como un espía para poder atacar desde una posición ventajosa, sólo que a
veces me parece que he olvidado mi misión y tomo mis disfraces demasiado en
serio.
* Cuando hablo con los
demás, cuando voy en tren, la vida parece dotada de una bondad superficial que
no necesita discusión. Cuando paso seis, o siete horas frente a la máquina de
escribir, cuando duermo la mona en un sillón roto, acabo por poner todo en tela
de juicio, incluso a mí mismo. Llego a conclusiones insoportablemente morbosas
y la mitad del tiempo desearía morir. Tengo que llegar a un equilibrio entre
escribir y vivir. No debo seguir siendo autodestructivo.
* Estoy cansado, pero ya pasará. Amo el cuerpo de
mi esposa y la inocencia de mis hijos. Nada más.
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