12 ago 2010

PIEZAS (fragmento)

EL ESPACIO (CONTINUACIÓN Y FIN)
Me gustaría que hubiera lugares estables, inmóviles, intangibles, intocados y casi intocables,
inmutables, arraigados; lugares que fueran referencias, puntos de partida, principios:
Mi país natal, la cuna de mi familia, la casa donde habría nacido, el árbol que habría visto
crecer (que mi padre habría plantado el día de mi nacimiento), el desván de mi infancia lleno
de recuerdos intactos...
Tales lugares no existen, y como no existen el espacio se vuelve pregunta, deja de ser
evidencia, deja de estar incorporado, deja de estar apropiado. El espacio es una duda:
continuamente necesito marcarlo, designarlo; nunca es mío, nunca me es dado, tengo que
conquistarlo.
Mis espacios son frágiles: el tiempo va a desgastarlos, va a destruirlos: nada se parecerá ya a lo
que era, mis recuerdos me traicionarán, el olvido se infiltrará en mi memoria, miraré algunas
fotos amarillentas con los bordes rotos sin poder reconocerlas. Ya no estará el cartel con letras
de porcelana blanca pegadas en forma de arco circular sobre el espejo del pequeño café de la
calle Coquillière: «Aquí consultarnos el Bottin» y «Bocadillos a todas horas».
El espacio se deshace como la arena que se desliza entre los dedos. El tiempo se lo lleva y sólo
me deja unos cuantos pedazos informes:
Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva: arrancar unas
migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un
rastro, una marca o algunos signos.

2. Del orden
Una biblioteca que no se ordena se desordena: es el ejemplo que me dieron para explicarme
qué era la entropía y varias veces lo he verificado experimentalmente.
El desorden de una biblioteca no es grave en sí mismo; está en la categoría del "¿en qué cajón
habré puesto los calcetines?". Siempre creemos que sabremos por instinto dónde pusimos tal o
cual libro, y aunque no lo sepamos, nunca será difícil recorrer de prisa todos los estantes.
A esta apología del desorden simpático se opone la mezquina tentación de la burocracia
individual: cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa y viceversa; entre estas dos
tensiones, una que privilegia la espontaneidad, la sencillez anarquizante, y otra que exalta las
virtudes de la tábula rasa, la frialdad eficaz del gran ordenamiento, siempre se termina por tratar
de ordenar los libros; es una operación desafiante, deprimente, pero capaz de procurar sorpresas
agradables, como la de encontrar un libro que habíamos olvidado a fuerza de no verlo más y
que, dejando para mañana lo que no haremos hoy, devoramos al fin de bruces en la cama.
2.1. Modos de ordenarlos libros
clasificación alfabética
clasificación por continentes o países
clasificación por colores
clasificación por encuadernación
clasificación por fecha de adquisición
clasificación por fecha de publicación
clasificación por formato
clasificación por géneros
clasificación por grandes períodos literarios
clasificación por idiomas
clasificación por prioridad de lectura
clasificación por serie
Ninguna de estas clasificaciones es satisfactoria en sí misma. En la práctica, toda biblioteca se
ordena a partir de una combinación de estos modos de clasificación: su equilibrio, su resistencia
al cambio, su caída en desuso, su permanencia, dan a toda biblioteca una personalidad única.
Conviene ante todo distinguir entre clasificaciones estables y clasificaciones provisorias; las
clasificaciones estables son las que en principio continuaremos respetando; las clasificaciones
provisorias no suelen durar mas de varios días: el tiempo en que el libro encuentra, o
reencuentra, su sitio definitivo. Se puede tratar de una obra recientemente adquirida o todavía
no leída, o bien de una obra recientemente leída que no sabemos muy bien dónde poner y que
alguna vez nos prometimos clasificar en ocasión de un próximo "gran ordenamiento", o incluso
de una obra cuya lectura hemos interrumpido y que no queremos clasificar antes de haberla
retomado y concluido, o bien de un libro del cual nos hemos valido constantemente durante
un período determinado, o bien de un libro que hemos sacado para buscar un dato o referencia
y que aún no hemos regresado a su lugar, o bien de un libro que no querríamos poner en el
lugar donde irla porque no nos pertenece y varias veces nos hemos prometido devolverlo,
etcétera.
En lo que a mí concierne, casi las tres cuartas partes de mis libros jamás estuvieron realmente
clasificados. Los que no están ordenados de un modo definitivamente provisorio lo están de un
modo provisoriamente definitivo, como en el OuLiPo. Entretanto, los traslado de un cuarto al
otro, de un anaquel al otro, de una pila a la otra, y a veces paso tres horas buscando un libro,

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Sin encontrarlo pero con la ocasional satisfacción de descubrir otros seis o siete que resultan
igualmente útiles.

2.2. Libros muy fáciles de ordenar
Los grandes volúmenes de Jules Veme de encuadernación roja (trátese de genuinos Hetzel o de
reediciones Hachette), los libros muy grandes, los muy pequeños, las guías Baedeker, los libros
raros o tenidos por tales, los libros encuadernados, los volúmenes de La Pléiade, los Présence du
Futur, las novelas publicadas por Éditions de Minuit, las colecciones (Chakge, Textes, Les
lettres nouvelles, Le chemin, etcétera), las revistas, cuando tenemos al menos tres números,
etcétera.
2.3. Libros no muy difíciles de ordenar
Los libros sobre cine, trátese de ensayos sobre directores, de álbumes sobre las estrellas o con
escenas de filmes; las novelas sudamericanas, la etnología, el psicoanálisis, los libros de cocina
(ver más arriba), los anuarios (junto al teléfono), los románticos alemanes, los libros de la
colección "Que sais-je?" (aunque no sabemos si ponerlos juntos o incluirlos dentro de la
disciplina que tratan, etcétera).
2.4. Libros casi imposibles de ordenar
Los otros; por ejemplo, las revistas de las que sólo poseemos un número, o bien La campaña de
1812 en Rusia de Clausewitz, traducido del alemán por M. Bégouën, capitán en jefe del 311 de
Dragones, diplomado de Estado mayor, con un mapa, París, Librairie Militaire R. Chapelot et
Cie., 1900, e incluso el fascículo 6 del volumen 91 (noviembre, 1976) de las Publications of
the Modern Language Association of America (PMLA) que presenta el programa de las 666
reuniones de trabajo del congreso anual de dicha asociación.
2.5. Como los borgianos bibliotecarios de Babel, que buscan el libro que les dará la clave de
todos los demás, oscilamos entre la ilusión de lo alcanzado y el vértigo de lo inasible. En
nombre de lo alcanzado, queremos creer que existe un orden único que nos permitiría alcanzar
de golpe el saber; en nombre de lo inasible, queremos pensar que el orden y el desorden son dos
palabras que designan por igual el azar.
También es posible que ambas sean señuelos, engañifas destinadas a disimular el desgaste de los
libros y de los sistemas.
Entre los dos, en todo caso, no está mal que nuestras bibliotecas también sirvan de cuando en
cuando como ayudamemoria, como descanso para gatos y como desván para trastos.

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