31 ago 2010

Prefacio (La Literatura y el Mal)

La generación a la que pertenezco es tumultuosa.
Nació a la vida literaria en los tumultos del surrealismo.

En los años que siguieron a la primera
guerra mundial existió un sentimiento desbordante.
La literatura se ahogaba en sus límites. Parecía que
contenía en sí una revolución.

Estos estudios, cuya coherencia se me impone,
los compuso un hombre de edad madura.
Pero su sentido profundo se vincula con el tumulto
de su juventud y son en realidad su eco ensordecido.

Para mí, resulta significativo que se publicaran
en parte (por lo menos en su primera versión) en
Critique, esa revista que logró crédito gracias a su
seriedad.

Pero debo advertir aquí que si en algunos casos
he tenido que volver a escribirlos, se ha debido a
que, al persistir los tumultos en mi espíritu, al principio
sólo había podido dar a mis ideas una expresión
confusa. El tumulto es fundamental; es el
sentido de este libro. Pero es tiempo ya de alcanzar
la claridad de la consciencia.

Es tiempo... A veces incluso puede parecer que
el tiempo falta. Por lo menos el tiempo apremia.
Estos estudios responden al esfuerzo que he
venido realizando para desentrañar el sentido de la
literatura... La literatura es lo esencial o no es nada.

El Mal - una forma aguda del Mal- que la literatura
expresa, posee para nosotros, por lo menos así lo
pienso yo, un valor soberano. Pero esta concepción
no supone la ausencia de moral, sino que en realidad
exige una "hipermoral".

La literatura es comunicación. La comunicación
supone lealtad: la moral rigurosa se da en esta perspectiva
a partir de complicidades en el conocimiento
del Mal que Fundamentan la comunicación
intensa.

La literatura no es inocente y, como culpable,
tenla que acabar al final por confesarlo. Solamente
la acción tiene los derechos. La literatura, he intentado demostrarlo lentamente, es la infancia por fin recuperada. ¿Pero qué verdad tendría una infancia que gobernara? Ante la necesidad de la acción se impone la honestidad de Kafka que no se atribuía
ningún derecho. Sea cual sea la enseñanza que se
desprenda de los libros de Genet, la defensa que
Sartre hace de él no es admisible. Al final, la literatura
tenla que declararse culpable.

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