Por trivial que sea,
por poco importante que nos lo imaginemos en sus consecuencias, por
rápidamente olvidado que pueda ser tras de su aparición, por poco
entendido o mal descifrado que lo supongamos, un enunciado es siempre un
acontecimiento que ni la lengua ni el sentido pueden agotar por completo.
Acontecimiento extraño, indudablemente: en primer lugar porque está ligado por
una parte a un gesto de escritura o a la articulación de una palabra, pero que
por otra se abre a sí mismo una existencia remanente en el campo de una
memoria, o en la materialidad de los manuscritos, de los libros y de cualquier
otra forma de conservación; después porque es único como todo acontecimiento,
pero se ofrece a la repetición, a la transformación, a la reactivación;
finalmente, porque está ligado no sólo con situaciones que lo provocan y con
consecuencias que él mismo incita, sino a la vez, y según una modalidad
totalmente distinta, con enunciados que lo preceden y que lo siguen.
26 ago 2013
20 ago 2013
FRASES
1. Escribir no es normal. Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima.
2. La literatura se parece mucho a las peleas de los samuráis, pero un samurái no pelea contra otro samurái; pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, que va a ser derrotado. Tiene el valor sabiendo previamente que va a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura.
3. Ser escritor no es agradable. No, agradable no es la palabra. Es una actividad que no carece de momentos muy divertidos, pero conozco otras actividades aun más divertidas.
4. Ser atracador de bancos, por ejemplo. O director de cine. O gigoló. O ser niño otra vez y jugar en un equipo de fútbol más o menos apocalíptico. Desafortunadamente el niño crece, al atracador lo matan, el director se queda sin dinero y el gigoló enferma, y entonces ya no te queda más alternativa que escribir.
5. Yo decidí ponerme a escribir a los 16 en México, y además en un instante de ruptura total, con la familia, con todo, como se hacen estas cosas.
6. Siempre quise ser un escritor político, de izquierda, claro está, pero los escritores políticos de izquierda me parecían infames.
7. Si hubiera podido escoger, probablemente ahora sería un caballero rural belga, de salud de hierro, solterón, asiduo a burdeles de Bruselas, lector de novelas policiales, y que derrocharía, con sentido común una riqueza acumulada durante generaciones.
8. Pero soy chileno, de clase media baja y vida bastante nómada, y probablemente lo único que podía hacer era convertirme en escritor, acceder como escritor y sobre todo como lector a una riqueza imaginaria, ingresar como escritor y como lector en una orden de caballería que creía llena de jóvenes, digamos, temerarios, y en la que finalmente, ahora, a los 48 años, me encuentro solo.
9. En Latinoamérica se piensa en los escritores como elementos subversivos o maricones, drogadictos y mentirosos. En el fondo, probablemente sea eso lo que somos.
1o. Chile es un país en donde ser escritor y ser cursi es casi lo mismo.
11. A un aspirante a escritor le daría el consejo que nos dábamos los jóvenes infrarrealistas en México. Cuando teníamos 20, 21 años, teníamos un grupo poético, y éramos jóvenes, maleducados y valientes. Nos decíamos: vivir mucho, leer mucho y follar mucho.
12. El humor es algo parecido a la felicidad, a la revolución y al amor.11. A un aspirante a escritor le daría el consejo que nos dábamos los jóvenes infrarrealistas en México. Cuando teníamos 20, 21 años, teníamos un grupo poético, y éramos jóvenes, maleducados y valientes. Nos decíamos: vivir mucho, leer mucho y follar mucho.
13. En el fondo, la parodia, sólo disfraza el deseo enorme de ponerse a llorar.
14. Cuando yo me burlo de algunos escritores, lo que hago es lo que Enrique Lihn llama bromas liceanas. En México se llama, peyorativamente, chingaqueditos. En Cataluña se les llamaría putetas. Es algo que voy a mantener toda mi vida. A mi me gusta hacer putaditas en la literatura, en un sentido rabelesiano.
15. Yo no me siento el mejor narrador chileno, ni siquiera me preocupa eso. A mi lo único que me interesa en el momento de escribir es hacerlo con una mínima decencia, que no me avegüence al cano de un tiempo de lo que he escrito, no lanzar palabras al vacío.
16. Mario Santiago fue mi mejor amigo, mi mejor amigo lejos. Era un ser rarísimo. En realidad parecía haber bajado de un ovni hacía un par de días. Era un lector empedernido y tenía cosas tan extrañas como meterse a la ducha y seguir leyendo. Y lo peor es que lo que leía eran mis libros.
17. “Soliloquio del Individuo” de Parra, marca un antes y un después en la poesía en lengua española. A partir de ese momento hay un quebre sin vuelta atrás.
18. No tengo claro hasta qué punto Enrique Lihn es reconocido en Chile. Lo que sí tengo clarísimo es que Lihn es un poeta mayor del siglo veinte en nuestra lengua.
19. Gabriela Mistral era una extraterrestre y por lo tanto no tenía ni nuestras necesidades ni nuestros deseos (y añadiría que tampoco tenía un talento literario como el que se le atribuye con una soltura de cuerpo espantosa). Era una simple extraterrestre extraviada en Chile, en Latinoamérica, que no podía comunicarse con su nave nodriza para que la fueran a rescatar.
20. Yo les recomendaría a los escritores chilenos dejar de escribir durante un año y ponerse a leer a Parra desde el principio, es decir, desde los Poemas y antipoemas hasta los Discursos. Hay que leer a Parra con voracidad y con inteligencia. Y también hay que leer a Gonzalo Rojas, a Uribe Arce, a los poetas que hablan y que nadie escucha. Yo creo que algo se aprendería. Probablemente mucho más de lo que uno cree.
21. Nunca hay demasiados libros. Hay libros malos, malísimos, peores, etcétera, pero nunca demasiados.
22. Lo brutal siempre es la muerte. Ahora y hace años y dentro de unos años: lo brutal siempre es la muerte.
23. Asesino o detective: no hay otra elección para un hombre. [LL]
11 ago 2013
Inéditos
El pensamiento político
quizá no sea muy productivo, pero ya que no nos queda más remedio que
dedicarnos a él, acabaremos conociéndonos mejor. Gracias a Dios, no hay motivo
para el optimismo.
***
Ayer domingo. Vanitatum
vanitas, se habla para triunfar. Me llamó la atención: la necesidad de
mitificar. Los hombres no paran de contarse historias, en apariencia para
entretenerse los unos a los otros; de hecho, sin embargo, para ir tejiendo,
remendando y manteniendo en buen estado la red de la mitología, conservando su
mundo a través del relato. Este discurso vivo existe aún en las esferas más
elevadas; poco a poco, sin embargo, se van acabando las historias y los
hombres. Reina ya el silencio aquí y allá, la contemplación pasiva de las
imágenes de los medios, la desorientación, el mutismo, las acciones absurdas,
no motivadas por ninguna mitología válida.
***
[…] El secreto de mi existencia es el deseo de amor y, al mismo tiempo, la falta de
amor. El vacío se desvela a raíz de algún que otro hecho minúsculo. La forma de
vida correcta —es decir, una que no me angustiara— sería la encaminada única y
exclusivamente hacia la escritura. Ello, sin embargo, exigiría una soledad
absoluta. La soledad me protegería de la angustia causada por el secreto de mi
existencia; en cambio, aparecerían entonces ciertos temores concretos, por
ejemplo, el miedo y la angustia debidos a la propia soledad. Conclusión: no
existe una solución. Conclusión: existe la solución, pero la temo. Si
consiguiera querer realmente la muerte, estaría a salvo de la angustia. Pero
supondría un esfuerzo psíquico que sólo podría realizarse en soledad. Es de
noche, una noche primaveral, y sé que mi existencia es un gran regalo y que yo
—como todo el mundo— lo estoy dilapidando.Y eso que en la vejez es preciso
vivir de manera concentrada. ¿O es inevitable la disolución psíquica en la vejez?
***
“La
Europa unida…”. Pero ¿cuál sería su mito fundamental? Se ve con claridad: no es
casual que Auschwitz se convierta ahora en cuestión viva, en fuente de las
cuestiones vivas, después de que se derrumbara el imperio soviético. El mito
cristiano ya no vive. La imagen del ‘mal’, al que el mundo occidental más o
menos podía oponerse (y así fundamentar su autoconciencia), se deshizo al
desintegrarse la Unión Soviética. La gran negatividad frente a la cual pueda
erigirse el mito de la aspiración a un mundo más ético es sólo Auschwitz. Lo
que resulta característico políticamente, característico en lo que respecta a
la conciencia política general, es que Yugoslavia —su derrumbe inesperado y
total bajo el signo del odio, el hundimiento de ese territorio floreciente, el
trabajo destructivo completo de la locura— haya pasado a un segundo plano, haya
quedado casi relegada al olvido en medio de la frenética marcha de los
acontecimientos.
***
Sentado
junto a la ventanilla del tren se me ha aparecido la imagen de la construcción
de la nueva Europa que nace bajo el signo de la competencia con Estados Unidos
y que, más allá del sistema monetario y de la subsistencia económica, no posee
ninguna coherencia cultural; es más, la cultura es perseguida a la manera
estadounidense, para triturar a los hombres y convertirlos en amebas carentes
de toda sustancia, en masa obediente susceptible de ser teledirigida por
ordenadores y como ordenadores. En este sentido —y ahora empiezo a verlo con
más claridad— tengo, en efecto, algo que decir cuando insto a vivir
espiritualmente Auschwitz —que es un trauma negativo, pero el único verdadero—
y a construir un edificio ético a partir de ahí; al fin y al cabo tiene que
haber una gran experiencia común cuya enorme ignominia precipite a los hombres
a una comunión, a una comunión cultural, y los llene de un recuerdo nebuloso al
que puedan oponerse, y esta oposición les proporcionará el trabajo moral
necesario para la elevación o, como mínimo, para la conservación.
***
En
mi carta dirigida a X. Y. expongo lo siguiente: “Necesitamos el conocimiento
histórico, pero necesitamos también el mito, del que, sin embargo, no
disponemos. He partido del simple hecho de que en el mundo de la solución
final, en el universo concentracionario, todos los conceptos e ideas éticos de
nuestra cultura occidental (sic, de nuestra cultura occidental)
se extinguieron por completo, se apagaron. ¿Dónde ocurrió Auschwitz? ¿En el
ámbito de la cultura cristiana? ¿O en otra parte? ¿Y qué ámbito cultural
encarará Auschwitz, si es que llega a hacerlo?… De este modo he llegado, pues,
a los problemas fundamentales de la vitalidad y creatividad del hombre actual.
Si en el hombre moderno ha quedado una creatividad ética, ésta tendrá que
nutrirse de hechos completamente nuevos; no puede crearse una ética nueva a
partir de la ética anterior a Auschwitz. Es preciso volver a comenzar de cero. Si
Auschwitz actúa como un trauma en el mundo psíquico de las nuevas generaciones,
éstas lo encararán como un trauma, y entonces podrá conducir a una nueva
creatividad en todos los ámbitos, también en el de la ética. No consigo
librarme de la idea de que esta aproximación sea probablemente ilusoria: sea
como fuere, es la mía, quizá porque así resulta productiva, para mí y para mi
estilo. Podemos discutir al respecto, como es lógico, pero el problema va
cobrando perfiles vivos poco a poco, y vivimos como problemas candentes de
nuestra época aquello que…”.Que en la partida de nacimiento de Fulano figure
que es judío significa, traducido al lenguaje de la política, que Fulano es
chantajeable en lo afectivo. Si bien esto puede haberme ocurrido en mi vida
privada como persona que consta en el Registro Civil, en mi arte —espero— mi
judaísmo sólo está presente como fuente de inspiración.En la actualidad: el
buen arte todavía es posible, la posibilidad del gran arte, en cambio, resulta
sumamente dudosa. Dudosa sobre todo porque en esta época que vegeta por falta
de cultura ningún asunto aparece como un gran asunto; como si la grandeza misma
se hubiera vuelto mezquina.
***
Respecto
a la novela que se está gestando, me he formulado algunas preguntas. 1. ¿Soy
artista? De ser así, he de saber que la palabra, igual que su práctica, el
arte, no posee ya ningún significado, ningún papel. Al artista sólo le queda
una materia a la que puede dar forma: su vida. 2. ¿Quiero ser el profeta bien
pagado de Auschwitz? No quiero. 3. ¿Quiero hacer perdurable mi nombre,
“inmortalizarlo”? No, más bien todo lo contrario: reducirme a la nada. 4. ¿Qué
huella ha de quedar, pues, del gran experimento de mi vida? Disolverlo y
disolverme en la única forma posible del amor, a mi juicio: desaparecer por mor
de la vida de otro. Es la única revolución que a mi entender se puede llevar a
cabo, mi gran rebelión cósmica. 5. Como judío soy libre, me he liberado de la
disciplina de todas las culturas; si se quiere, me he liberado de la
“humanidad”.
***
Quien
es verdadero se ha perdido. Quien se ha perdido es verdadero. Quien se pierde
gana. Piérdete de manera triunfante y mísera. No existe otro camino.
***
Nunca
podría defender mis textos en una “discusión”, por ejemplo, porque sólo puedo
responder de la calidad de mis frases, no de su “contenido”. Este “contenido”
es tan sólo el producto del momento y contiene mucho “de mí” (en el sentido de
que es característico de mí), pero no considero “defendible” la ilación de los
pensamientos ni puedo responder de ella. Esos textos son meras propuestas y no
tienen más objetivo; la única enseñanza que puede extraerse de ellos no se
referirá entonces a lo que contienen, sino a su autor: esta forma de pensar lo
define en este preciso momento, esto quería escribir y así quería escribirlo…
Pero ¿qué piensa? Probablemente ni él lo sabe; de ahí que esos escritos se
consideren siempre sorpresas, sobre todo para él, para el autor.000
Lo
que he entendido en los últimos diez años, de forma muy resumida: la lucha
fundamental se libra entre el estatismo, por un lado, y la “democracia”, el
“liberalismo” o, si se quiere, la forma de vida individual, por otro. El
espíritu estatista está representado por la tembleque intelectualidad de Europa
del Este y por la capa de los pequeños capitalistas y funcionarios públicos que
le tienen pánico a la competencia: el estatista quiere una subsistencia segura,
ventajas claras por igual en el mercado intelectual y en el comercial; la
tendencia estatista comenzó a imponerse desde el Rhin hacia el Este después de
la Primera Guerra Mundial, precisamente tras desintegrarse los Estados
autoritarios, y la crisis económica exacerbó hasta la histeria el deseo de
seguridad personal y el resentimiento respecto a los mejores y más talentosos
que disfrutaban de ciertas ventajas naturales. De ahí que el estatismo sea
siempre contrario al valor y necesariamente ideológico; las formas modernas del
estatismo son el nazismo y el comunismo. Una observación interesante: los
Estados, los Gobiernos, son por naturaleza siempre hostiles al espíritu y a la
cultura; pero que los propios depositarios de la cultura, los escritores, los
artistas, los periodistas apoyen la hostilidad a la cultura sólo es posible en
Estados de mentalidad estatista como, por ejemplo, Hungría.
***
En
la disputa con olor a bosta y completamente superflua entre los lidiadores
llamados “urbanos” —los unos— y “populares” —los otros— hay a pesar de todo
algo digno de atención en la medida en que va más allá de las fronteras del
país. (*) Es el antiguo miedo, la antigua lucha entre Oriente y Occidente, el
temor a volverse superfluo, el temor a lo “extraño”, ese temor capaz de
asesinar, de destruir, de devastar y aniquilar a todo el mundo. Las formas de
vida arcaicas que se presentan como “valores” aunque, de hecho, sólo sean
inamovibles. Y en última instancia la cuestión de la usurpación del poder. La
historia acaba siempre de la misma manera: las fuerzas “arcaicas”, “populares”,
crean un sistema estatal tiránico; el sistema es incapaz de proporcionar los bienes
necesarios a la población; y entonces o se desintegra o desencadena una guerra
que luego pierde. Y a continuación todo empieza de nuevo.
***
¿Puede
extinguirse el sentimiento que ha creado las religiones? ¿Ha existido una época
irreligiosa alguna vez? ¿Fue irreligiosa la antigüedad? Pero es que la
antigüedad descubrió la metafísica, la idea del “eterno retorno”, lo cual viene
ya de una sensibilidad a la “religión”. Pero el fervor, la redención, el gran
sentimiento cargado de vida y de muerte es, con todo, un sentimiento moderno,
nunca antes habido, que hizo grande a Europa; y ahora que Europa es cada vez
más pequeña, el sentimiento también se desintegra. Resulta extraño que sea un
fenómeno tan frágil. ¿Cómo ponerlo en palabras, cómo disertar sobre ello? El
gran descubrimiento de Marx fue que la “existencia determina la conciencia”;
pero qué vacua es esta frase, pues qué existencia determina qué conciencia, y
dónde está ese filósofo o psicólogo o economista capaz de definir la
existencia, separarla de la conciencia y a continuación demostrar en la
conciencia qué parte corresponde al arbitrio de la “conciencia” y qué parte es,
por así decirlo, “existencia pura”? En el fondo, nuestra vida consciente se
manifiesta en las palabras de una manera que, al fin y al cabo, da la razón a
Wittgenstein. Ahora bien, si Wittgenstein tiene razón, tendremos que renunciar
a toda certeza y volver a los balbuceos de la vida en la fe.
***
No
debo escribir más ensayos porque entonces me introduzco en la “humanidad”,
participo de sus mentiras y doy testimonio de la esperanza, de una esperanza en
la que no creo en absoluto si me mantengo del lado de mi arte y, por tanto, de
mi radicalidad. En realidad, para ser sincero, me conceden cierta importancia
desde un punto de vista artístico en Hungría, donde no puedo ejercer ninguna
influencia, donde, si de ellos dependiera exclusivamente, ni siquiera
escribirían mi nombre; en Alemania han imaginado que pueden aprovecharse de mí
en cierto sentido —en el de una manipulación honesta, por así decirlo—; pero
ahora allí también se vuelve la tortilla y se desvela la gran verdad del mundo:
la esencia de Auschwitz. Así como hasta la Primera Guerra Mundial se podía
considerar que se estaba viviendo en la cultura cristiana, hoy habrá que
formularlo diciendo que la cultura occidental se ha convertido en la cultura de
Auschwitz. Hoy estamos viviendo la cultura de Auschwitz.
***
Creo
que en Auschwitz concluyó la historia (clásica) del cristianismo y de los
judíos. Lo que viene después ya no es historia intelectual ni cultural ni
religioso-espiritual (en el sentido cristiano-judío). Que Auschwitz resalte
como un hecho de particular significancia entre los acontecimientos habituales
—y habitualmente repugnantes— en el ámbito de los exterminios étnicos y de los
exterminios producidos por los fanatismos religiosos e ideológicos se debe
justamente a su significado esencial: Auschwitz manifiesta el final de una
cultura que ha durado dos mil años. ¿Qué importancia tiene, en comparación, el
antisemitismo? Un próximo Auschwitz sólo sería ya un tópico aburrido, la fugaz
confirmación de algo que de todos modos ya sabemos; así se explica en parte la
apatía callada y obtusa que el mundo ha mostrado respecto a los sucesos de
Yugoslavia.Lo que hoy separa a los judíos de los no judíos no es una diferencia
religiosa y cultural, sino la consecuencia psíquica del hecho de que los judíos
fueron amenazados con el exterminio y acabaron en parte exterminados. Esto es
una cruda realidad y no una diferencia mental o cultural. Y, con todo, vivimos
inmersos en las consecuencias psíquicas de ese hecho.
***
“Vivir
en la verdad”: significa vivir repudiado, vivir en la pobreza, en la más
completa soledad intelectual, “fuera de la humanidad”. No lo hago. Vivo
próspero y feliz (¡gracias a Dios!). Se plantea entonces una pregunta. Y cuando
escribo, he de descender al abismo de esta pregunta y escuchar desde allí mi
voz.
5 ago 2013
Consejos a un joven escritor
1. Lee los consejos a jóvenes
escritores (ya sean cuentistas, novelistas, poetas o cronistas) de Rilke,
Chéjov, Quiroga, Vargas Llosa, Kis, Sebald o Salcedo
Ramos. Se ha
convertido en un auténtico género y no he podido resistirme a su canto de
sirena. Lee también libros como El arte de la ficción de David
Lodge o Los mecanismos de la ficción de James Wood. Lee, lee
mucho. Lee todos los libros que ellos citan para ilustrar sus consejos. Léelo
todo, lee aún más. Mejor todavía: lee sistemáticamente, es decir, estudia. Y
después imita, copia, roba, modifica, mejora aquello que se pueda mejorar,
aprende: de eso se trata. Si lo crees conveniente, busca maestros oficiales u
oficiosos. Escribe, borra, tacha, vuelve a escribir: por supuesto. Pero no es
de eso de lo que te quiero hablar.
2. La angustia por publicar es tan
importante como la de las influencias, pero no por ello hay que saltarse el
orden. Primero: las influencias. Después: la publicación. Se trata de lógica
elemental: tus influencias ya son públicas, por eso precisamente te han
influido, de modo que el día en que tú mismo te hagas público a través de tus
textos, si esas influencias son demasiado obvias, si tu copia o tu robo han
sido fragantes, si no has modificado lo suficiente, si no te has apropiado de
la tradición para reconfigurarla, lo que hayas publicado no tendrá el mínimo
interés necesario para que tus lectores sientan que ha merecido la pena leerte
y para que otros, ya públicos, apoyen lo que tengas que seguir diciendo.
3. “La papelera es el primer mueble
en el estudio del escritor”, dijo Hemingway. De acuerdo: ¿Y cuál es el segundo?
El segundo es la cajonera. Da igual que sea de madera o que tenga forma de
disco duro, porque a estas alturas la papelera de Hemingway sería la de
reciclaje. Esa es la gran lección de Kafka: lo natural es escribir, no
publicar. Esa es una de las grandes lecciones de Bolaño, que dejó sin editar la
mayor parte de los libros que escribió. Que no te dé miedo abandonar proyectos
en cajones o en discos duros, porque en esos espacios las letras están más
seguras que en la intemperie de las bibliotecas y las librerías. Allí el libro
inédito se encuentra a resguardo, puedes controlarlo, puedes cambiarlo,
mejorarlo, dejarlo crecer (o, mejor aún: menguar). Después de comenzar varios,
es probable que el primer libro que terminas haya servido sólo para eso, para
demostrarte a ti mismo que eres capaz de acabar un libro. Inmediatamente
después ya podrás encarar la escritura de tu primer libro de verdad.
4. Lo dice el gran escritor hebreo Yoram Kaniuk en 1948: “El heroísmo no es sólo vencer, sino
también fracasar. Un fracaso en la guerra, en el arte o en cualquier otra cosa
puede estimular, dar consuelo y ayudarle a uno a superar solo el siguiente
fracaso”. En la literatura no existe el éxito. Basta con recordar la
consagración en vida de Vicente Blasco Ibáñez o el premio nobel de Miguel Ángel
Asturias, por no hablar de los ganados por Rudolf Christoph Eucken, Romain
Rolland o Halldór Laxness. Basta con recordar, por cierto, cómo se deciden los
Premios Príncipe de Asturias o los propios Nobel de Literatura: nadie del
jurado ha leído la obra de todos los candidatos de modo que se imponen los
argumentos espurios, las intuiciones, los equilibrios de poder. En literatura
no se puede triunfar: repítete eso cada vez que te asalten de nuevo esas ganas
terribles que tienes de publicar.
5. Cuando ya seas dueño de una
poética incipiente, cuando ya sientas que lo que has escrito suena con una voz
más o menos propia (aunque resuenen los ecos, al fondo, de tus maestros),
cuando ya hayas entendido que sólo se trata de fracasar mejor que los demás,
entonces sí habrá llegado el momento de publicar. Para entonces lo mejor es que
ya hayas experimentado con ciertos termómetros: la revista de la facultad, tu
perfil de Facebook, un blog, algún premio comarcal. Y que hayas frecuentado
suficientemente las librerías como para saber algo esencial: ¿En los catálogos
de qué editoriales podría encajar el libro que he escrito? Te lo resumo en un
único consejo: explora los terrenos en que la literatura encuentra lectores
para encontrar los de la tuya.
6. Enviar una novela de elfos y
trolls a Anagrama es una pérdida de tiempo. Como enviar un poemario escrito a
través de búsquedas de Google a Tusquets o un libro de relatos experimentales a
Planeta. Sólo hojeando y leyendo libros encontrarás afinidades y sólo así
descubrirás los posibles caminos que te lleven a la editorial posible. El mundo
es ancho y complejo: no se acaba en Anagrama, Tusquets o Planeta. En la carta o
el e-mail de presentación (lo bueno, si breve) menciona los autores o los
títulos publicados por ellos que te han animado a hacerles llegar tu original.
Lo demás cae por su propio peso: resume de qué va el libro, quién eres, por qué
les puedes interesar.
7. Lo más probable es que todas tus
primeras opciones te contesten con cartas o e-mails de rechazo. O ni eso: ay,
cómo pesan esos silencios que se prolongan. No te desanimes. Aprovecha esas
temporadas para seguir corrigiendo. O deja reposar el manuscrito. O incluso:
olvídalo. Tal vez un día, en una librería o en una página web o en una revista
descubras un nuevo sello que se adecúa a las características de tu libro. Quizá
un amigo que ha leído tu original lo recomendará en la editorial donde van a
publicarle. Es bueno esperar. Es necesario esperar. El rechazo es parte
intrínseca del fracaso necesario y positivo. No hay que publicar todo lo que
uno escribe. Las dificultades para encontrar editor estimulan la exigencia, te
hacen mejor escritor. No obstante: existe la posibilidad de la autoedición. Es
una posibilidad seria, que debes evaluar. Ahora mismo el escaso prestigio de la
literatura está todavía en el papel, pero es casi seguro que eso, como todo,
cambiará. Pero si apuestas por la red, te aconsejo que lo hagas sin despecho,
convencido de la fuerza de tu texto y de la forma en que lo haces público,
poniendo toda la carne en el asador. Como un pionero. De otro modo, no creo que
merezca la pena, si te soy sincero.
8. Por último está el tema de la
recepción: todos dependemos de nuestros lectores. Tienes que saber que el mundo
literario no existe. El mundo literario se parece a los Reyes Magos: son los
padres. Por tanto, existen miles de mundos literarios. O, si nos ponernos
técnicos: de campos culturales. Cada uno funciona con sus propias reglas y,
sobre todo, no son estancos, sino mutantes. Cambia, todo cambia: los directores
y los criterios de las editoriales, los sellos de prestigio, los premios que
supuestamente hay que ganar, las tecnologías que nos hacen visibles, las
ciudades que son más dinámicas, los estilos y los temas. Uno no escribe para un
público determinado, porque eso sólo puede significar más fracaso dentro del
fracaso (del negativo). Uno no escribe para una editorial o un editor o un
crítico o unos seguidores o una revista determinados, por lo mismo. Uno escribe
a solas y a ciegas. Pero es cierto que después de la escritura sí que es
necesaria una cierta aceptación, una cierta comunidad de lectores cómplices. Yo
soy de los que piensa que un escritor debe educar, seducir, crear a sus
lectores. Pero es muy probable que esté equivocado.
9. Recuerda lo que dijo W.G. Sebald:
“No escuchéis a nadie, ni siquiera a nosotros: es fatal”. Así que olvida todo
lo que acabo de decirte. “Leed libros que no tengan nada que ver con la
literatura”, dijo también el autor de Austerlitz, de modo que mejor
lee consejos a un joven científico o a un joven cineasta o sobre arquitectura o
sobre historia de la religión. Te serán mucho más útiles que estas líneas,
porque la literatura siempre está donde menos te la esperas y un escritor debe
aspirar a una mirada lateral, al perpetuo fuera de contexto.
10. Cambia, todo
cambia, dice la canción, pero no cambia mi amor. Llámale pasión o vocación o
empeño u obsesión: eso es lo que finalmente importa.
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