18 may 2010

El suceso de la luz

No está de moda llamar al artista creador, ni a su imaginación creatividad. La creatividad, en todo caso, es para los publicitarios. El artista es un médium, como lo fuera toda la vida, pero además un trabajador consciente de que lo que hace no tiene más valor que el trabajo de otro trabajador cualquiera. Sólo hay, en todo caso, una diferencia en la manera de producir y esta diferencia consiste en que si, por lo general, el productor se afana en la concreción de un proyecto, el artista desconoce la proyección por anticipado. Un auténtico artista,  un pintor o un escritor no se atienen con rigor a predeterminación alguna. La obra va haciéndose sobre la pantalla o el lienzo con la participación del escritor o del pintor pero su destino final no se encuentra trazado y el mismo trazo inmediato es su inesperada guía. De esta manera se entiende que un pintor cuando todavía observa a su cuadro dependiente de su mano y su mente sienta que aún no ha llegado al final.  Un cuadro, en fin, sólo está acabado -como un poema o una música- cuando de súbito, en un punto imprevisto, adquiere una entidad propia, independiente del autor. Paradójicamente pues el alumbramiento al que aspira un verdadero artista es aquel que coincide con el apagón de sí mismo, la gloriosa pérdida de la conexión de la que se alimentaba la obra y, en consecuencia, la emancipación de su luz.

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