29 sept 2010

Reglas para Escritores

1. Nunca abras un libro hablando del tiempo. Si es sólo para crear ambiente, y no la reacción del personaje al clima, mejor que no te extiendas. El lector es propenso a pasar la página para buscar a las personas. Hay excepciones. Si resulta que eres Barry Lopez, que tiene más formas que un esquimal para describir la nieve y el hielo en su libro Sueños árticos, puedes informar sobre el tiempo todo lo que quieras.

2. Evita los prólogos: pueden ser molestos, especialmente un prólogo seguido de una introducción que viene antes de un prefacio. Pero esto se suele ver en la no ficción. Un prólogo en una novela son los antecedentes, y puedes ponerlos donde quieras. Hay prólogo en Dulce jueves de John Steinbeck, pero está bien, porque un personaje del libro plantea a qué se refieren mis reglas. Dice: «Me gusta mucho que hablen en los libros y no me gusta que alguien me diga qué aspecto tiene el que habla. Quiero imaginarme su aspecto a partir de su forma de hablar».   

3. Nunca uses otro verbo aparte de «dijo» para seguir los diálogos. La frase del diálogo pertenece al personaje; el verbo es el escritor metiendo sus narices. Pero «dijo» es mucho menos invasivo que «refunfuñó», «exclamó», «advirtió» y «mintió». Una vez vi que Mary McCarthy terminaba una frase de un diálogo con «aseveró ella» [(asseverate, cultismo en inglés)] y tuve que dejar de leer e ir al diccionario.

4. Nunca uses un adverbio para cambiar el verbo «dijo»... amonestó seriamente. Usar un adverbio de esta manera (o casi de cualquiera) es un pecado mortal. El escritor se expone a sí mismo en serio, usando una palabra que distrae y puede interrumpir el ritmo del intercambio. Hay un personaje en uno de mis libros que dice cómo solía escribir historias románticas «llenas de violaciones y adverbios».

5. Mantén tus signos de exclamación bajo control. No debes permitirte más de dos o tres por 100.000 palabras. Si tienes un don para jugar con las exclamaciones como lo hace Tom Wolfe, puedes usarlos a puñados. 

6. Nunca uses las palabras «de repente» o «se armó la de Dios es Cristo». Esta regla no requiere explicación. He notado que los escritores que usan «de repente» tienden a ejercer menor control al aplicar los signos de exclamación.

7. Usa los dialectos regionales, o los patois, con moderación. Una vez que empiezas a escribir las palabras en los diálogos fonéticamente y a cargar la página con apóstrofes, no podrás parar. Fíjate en cómo Annie Proulx capta el acento de Wyoming en su libro de relatos cortos Brokeback Mountain. 

8. Evita las descripciones detalladas de los personajes, que Steinbeck ocultaba. En Colinas como elefantes blancos, de Ernest Hemingway, ¿qué aspecto tenían «el americano y la chica que iba con él»? «Se había quitado el sombrero y lo había puesto sobre la mesa». Esa es la única referencia de descripción física en la historia.

9. No entres en grandes detalles al describir lugares y cosas, a menos que seas Margaret Atwood y puedas pintar escenarios con el lenguaje. No te interesan descripciones que lleven la acción, el flujo de la historia, a la parálisis. 

10. Intenta descartar la parte que los lectores tienden a saltarse. Piensa en aquello que te saltas cuando lees una novela: largos párrafos en los que se ven demasiadas palabras. 

1 comentario:

  1. Gracias por el primer paso, gracias por empujarme y esperar a sumergirme en mas letras.

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