16 may 2013

Entrevista


Daniel Barrón: ¿Qué importancia tiene para usted el Premio Cervantes?
Sergio Pitol: Es el más importante para un escritor de lengua castellana. A los siguientes días de recibirlo, me encontré en la computadora una enorme cantidad de e-mails de todas partes del mundo, de Sudamérica, de Europa y hasta de China y Japón, y todos se habían enterado por el periódico, eso habla de la importancia del premio. Nunca me imaginaba que podría recibirlo. La venta de mis libros en España ha subido en 500%.

DB: Rubén Darío tiene un libro que se llama Los Raros donde habla de autores como Rimbaud y Villiers de l’Isle-Adam. En su obra hay una verdadera galería de personajes excéntricos, ¿cómo llego a conocer a estos excéntricos?
SP: Mire, en mi último libro, El mago de Viena hay un texto sobre los raros, como usted dice. Desde muy joven, me encontré con una literatura excéntrica y desde entonces he privilegiado en mis lecturas estas obras, donde los personajes son extravagantes y también las situaciones, e incluso la propia construcción de la novela.

DB: ¿Cuáles son sus influencias en este sentido?
SP: Hay un irlandés… es uno de los autores más extraordinarios, Flann O´Brien, y también me gusta mucho Ivy Compton-Burnett. Pero también dentro de la literatura de canon más común se pueden encontrar personajes raros; las novelas de Dickens por ejemplo, están pobladas de personajes de este mismo calibre, y en España encuentro estos mismos seres en Pérez Galdós.

DB: ¿Y en nuestro continente?
SP: También hay literatura excéntrica. Diría que después de Inglaterra, el otro sitio donde más se encuentra esta clase de literatura es en Latinoamérica. Felisberto Hernández, por ejemplo, el mismo Borges, auque ahora nos parezca un autor canónico es bastante extravagante.

DB: ¿Y si mencionamos algún autor vivo para hacer más sabrosa la conversación?
SP: Creo que, quizás, el más excéntrico de todos y que me gusta muchísimo es César Aira.

DB: ¿Cree usted que a esta clase de autores los leeremos en el futuro, serán fundamentales para nosotros en 10 o 15 años?
SP: Nunca se sabe. Después de un año o dos de muerto, un autor puede ser olvidado. Y hay otros que al año de muertos adquieren una gran magnitud. Sólo estoy seguro de dos autores: dentro de cien años, la novela y los cuentos de Rulfo serán un clásico y quedarán hasta que la gente lea. Y el otro es Borges.

DB: ¿Y Sergio Pitol? (No se si le parezco ingenuo o insolente, aunque me mira con cierta ternura y con algo de tristeza. Se reclina completamente en el sillón. Luego sonríe, levanta los hombros negando algo, y me indica con un gesto que pase a la siguiente pregunta). A propósito de lo que se queda en misterio, me parece que sus personajes andan en busca de una verdad, la necesitan, creen que si la encuentran, algo en su vida se resolverá, pero no sucede, lo único que reciben es un puñado de dudas, su narrativa es absolutamente conjetural.
SP: Exactamente. En todos mis cuentos y en todas mis novelas trabajo una estructura donde los protagonistas y los personajes secundarios se encuentran frente a un misterio. Hay algo maligno que está en el centro de mi narración y mis personajes se acercan para descubrirlo, o a veces se aterrorizan y se alejan, yo voy jugando con estas aproximaciones, y al final de la novela, nos damos cuenta que ninguna de las verdades encontradas por los personajes nos convencen del todo. Lo que a mí me interesa es que el lector complete, que lea y aporte su propia verdad.

DB: ¡Pero entonces, al leerlo, nos convertimos en uno de sus personajes porque nuestra versión no puede ser sino parcial! (Nuevamente, mi sugerencia le parece una enormidad. Y como si lo golpeara con ella, se deja caer contra el respaldo del sillón y esta vez ríe, ríe abiertamente y nos contagia a todos).
SP: ¡No, no! ¡No diga eso! (Vuelve a reír y luego recupera su seriedad). Los lectores cambiamos, cuando leemos un cuento de Chéjov nos hacemos a la idea de un final, pero al leerlo años después nos dice otras cosas y el final ya no puede ser el mismo. Chéjov es siempre distinto porque nosotros somos distintos.

DB: Muchas de sus obras de tienen una estructura como de novela policíaca, ¿le gusta el género?
SP: Mucho, muchísimo.

DB: Es un género poco valorado…
SP: Sí, pero hay joyas. En mi adolescencia y en mi primera juventud leí muchas novelas policíacas porque había una colección que se llama el Séptimo Círculo, creo, y la dirigía Borges y Bioy Casares, y durante unos cinco años eligieron algunos grandes clásicos como Willkie Collins; las obras iban desde el siglo XIX hasta los contemporáneos. El padre de la literatura del siglo XX en México, Alfonso Reyes, leía muchas novelas policíacas, y escribió en un artículo que la novela policíaca era el único género clásico de esta época. El género novelístico, después del Ulises de Joyce, de las novelas de Virginia Woolf, y en Italia, después de Gadda, se liberó de un canon de siglos, pero lo curioso es que la novela policíaca sigue teniendo unas reglas de las que no se puede prescindir. Para mis novelas, el género ha sido fundamental.

DB: En abril se cumplen 30 años de la muerte de José Revueltas…
SP: ¡¿Tantos?!
DB: …y sé que usted participó en una huelga de hambre para…
El recuerdo lo abruma, pide tiempo para encender un cigarro y le indica al fotógrafo que no tome ninguna imagen, no le gusta salir fumando. “¿Tantos de verdad?, dice tratando de alcanzar mi grabadora como si quisiera detenerla un momento, es sólo un impulso, pero yo no me doy por aludido, alejo mi grabadora, la dejo encendida y contesto:  Sí, murió en abril de 1976. Se toma un momento más y continúa.
SP: A ver, espéreme, yo lo conocí en los años 52 o 53. Y sí yo participé en una huelga, la única huelga de hambre que he hecho en mi vida, Revueltas estaba con nosotros y era en solidaridad a la que Siqueiros estaba haciendo en Lecumberri, estaba muy enfermo y queríamos que lo sacaran.

DB: ¿Fueron amigos, usted y Revueltas?
SP: Sí. Creo que lo conocí en una película que se llamaba Redes, fui con Monsiváis. Revueltas presentó la película porque la música era de su hermano. Entonces nos acercamos y hablamos con él, yo ya lo había leído y lo apreciaba mucho.

DB: ¿Qué era lo que más le gustaba de su obra?
SP: Los retos de crear una novela distinta a la que se estaba haciendo desde hacía 25 años. Sus primeros cuentos fueron extraordinarios, perfectos. Creo que eso es lo que más recuerdo de Revueltas, sus cuentos.

DB: Hablando de buenos cuentos, usted los ha frecuentado mucho ¿por qué están considerados como un género chico?
SP: ¿Quién sabe?, a las editoriales no les gustan mucho. Pero en el siglo XIX y en el XX los novelistas más importantes también escribieron cuentos. Antes las revistas y los suplementos literarios traían uno o dos cuentos, mi generación comenzó así, publicando cuentos en revistas. Lo curioso es que de aquí a 100 años, el autor que va a quedar es Borges, y sólo escribió cuentos.

DB: Este es un año políticamente muy activo para México, ¿lo ve como un año decisivo?
SP: Todavía no se sabe. El cambio del PRI a otro partido, ha creado un vacío inmenso. Y ahora hay una sociedad muy conciente que no habíamos tenido, recuerde la marcha hacia el zócalo en contra del desafuero, eso nunca se había visto.

DB: Y usted cree que ese vacío pueda ser llenado por algún otro partido o por algún candidato.
SP: No. (Y un segundo después se asombra de su propia respuesta, así que lo piensa un momento, y se siente obligado a matizar esa contundencia). No, pero el PRD es… una posibilidad (y lo dice casi en tono de pregunta).
DB: Aunque ninguno tiene verdaderamente una política cultural…
SP: No, ¿verdad? (Esta sufriendo con el tema, se ve cansado y me doy cuenta de que es mejor volver a la literatura).

DB: Además de su más reciente libro El Mago de Viena, está por salir en Anagrama una colección de cuentos recopilada por usted, tengo entendido que Enrique Vila-Matas va a participar en ella…
SP: La tercera parte del libro es un texto fantástico de Vila-Matas donde habla de cómo nos conocimos.

DB: ¿Y si nos adelantamos un poco y nos cuenta cómo se conocieron?
SP: Yo lo vi en Barcelona, era muy jovencito, pero teníamos amigos en común. Eran los años ochenta más o menos. Cuando fui agregado cultural en la embajada de Varsovia, de pronto me llamó por teléfono y me dijo “tú no sabes quién soy, pero soy amigo de Beatriz de Moura”, directora y dueña de Tusquets, “ella me dio tu teléfono y sólo voy a estar aquí un día, ¿nos tomamos un café?” Fuimos a comer, nos pusimos a platicar, desde entonces somos amigos, por cierto no se quedó sólo un día, sino más de un mes.

DB: Eso de que venga una crónica sobre una amistad en un libro de cuentos es muy de usted, ¿no?, es decir, en sus más recientes libros, El arte de la fugaEl viaje y ahora El mago de Viena, hay un rompimiento deliberado de los géneros, lo que comienza como un ensayo termina en un cuento, ¿por qué esta necesidad de trastocar los géneros?
SP: Porque desde hace 10 o 12 años comencé una línea de trabajo donde todo debería estar en todo. Comencé con El arte de la fuga y luego fue más radical en El viaje y ahora lo llevo a su límite en El mago, ya no son artículos ni cuentos separados sino una amalgama que va de principio a fin del libro.

DB: Diría que así como hay un Tríptico del Carnaval formado por sus novelas, estos libros forman otro tríptico.
SP: Sí, el de la memoria. Y creo que ya terminó este ciclo, si intentara escribir algo parecido resultaría mecánico. Para mí esta exploración de los géneros ha terminado aquí.

DB: Sin embargo, sé que está preparando una novela sobre el siglo XIX mexicano, ¿podría hablar de ello?
SP: Tengo notas, hay cosas, hay incluso capítulos completos, pero es demasiado pronto para hablar de ello.

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