23 nov 2010

AMBICIONES DE ARTISTA

A GOURGAUD-DUGAZON

Ruàn, 22 de enero de 1842.



Querido Maestro:

Empiezo por declararle que tengo ganas de recibir una respuesta. Espero verlo en el mes de abril y como sus cartas se hacen esperar trimestres y semestres, es posible que no tenga noticias suyas antes de entonces, Vamos, deme una sorpresa, sea puntual: es una virtud escolar de las que debería usted jactarse puesto que posee todas las demás.

Estuve en Parìs a principios de mes. Me quedé dos días abrumado de trabajo, de encargos y no tuve tiempo para ir a abrazarlo. Cuando llegue la primavera iré a verlo un domingo muy temprano y, de buen o mal grado, tendrá que regalarme su día entero. Las horas pasan rápidas cuando estamos juntos,¡tengo tantas ganas de contarle y me escuche usted también!

Ahora mas que nunca necesito de su charla, de su saber y de su amistad. Mi posición moral es crítica, ya lo comprendió usted la última vez que nos vimos. No le oculto nada y le hablo, no como si fuera mi antiguo maestro, sino como si estuviera ahí frente a mí, junto a la chimenea y no tuviera más de veinte años.

Estoy estudiando derecho, es decir he comprado libros de derecho y me he inscrito en algunos cursos. Empezaré a trabajar dentro de cierto tiempo y espero rendir examen en el mes de julio. Sigo ocupándome del griego y del latín y tal vez lo continuaré haciendo siempre. Me deleita el perfume de estas hermosas lenguas. Tácito es para mí como un bajorrelieve de bronce; y Homero, hermoso como el Mediterráneo: las mismas olas puras y azules, el mismo sol e idéntico horizonte. Pero lo que me persigue sin cesar para arrebatarme la pluma de las manos cuando tomo apuntes, o para desviarme de los libros si leo, es mi viejo amor, la misma idea fija: ¡escribir! He ahí por qué no hago gran cosa aunque me levanto muy temprano y salgo menos que nunca.

He llegado a un momento decisivo, se trata de retroceder o de avanzar, en eso estriba todo para mí. Es cuestión de vida o muerte. Una vez tomada mi resolución nada me detendría, aunque todo el mundo deba silbarme o escarnecerme. Ya conoce usted bastante mi terquedad y mi estoicismo para estar convencido de que lo haré. Me recibiré de abogado, pero me cuesta creer que litigue alguna vez por una campesina o por algún infeliz padre de familia víctima de un rico ambicioso. Cuando me hablan del estrado diciendo: “este muchachos será un buen abogado”, porque soy ancho de hombros y tengo voz vibrante, le confieso que me rebelo interiormente y no me siento hecho para esta vida materialista y trivial. Cada día, por el contrario, admiro más y más a los poetas, descubro en ellos mil cosas que no había visto antes, me doy cuenta de las relaciones y antítesis cuya precisión me sorprende, etc.

He resuelto lo siguiente. Tengo en la cabeza tres novelas, tres cuentos de género totalmente distinto y que exigen ser escritos de un modo especialìsimo. Eso bastará para poder probarme a mi mismo si tengo talento o no.

Volcaré en ellos todo lo que soy capaz de dar en estilo, pasión, en espíritu y después veremos.

Espero mostrarle algo en el mes de abril. Se trata de esa basura sentimental y amorosa de que le hablé. La acción es nula. No podría hacerle un análisis, puesto que no se trata más que de una serie de exámenes y disecciones psicológicas. Tal vez resulte algo muy hermoso, pero tengo miedo de que sea muy falso y bastante presumido y vanidoso.

Adiós, le dejo, pues ya estaría usted harto de esta carta en la que no he hecho mas que hablar de mí y de mis mezquinas pasiones. Pero no tengo otras cosas que contarle desde que no voy a fiestas y no leo diarios.

De nuevo un adiós. Un abrazo.

P.D. Contésteme pronto. Me gustaría mucho escribirme con usted más seguido, porque cuando acabo una carta, encuentro que estoy en el principio de lo que tenía que decirle.

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