10 mar 2010

Contar

¿Cómo contar una historia? ¿Y qué contar exactamente? La pregunta aquí ya no es retórica, ni siquiera poética. O, en todo caso, de esa verdadera clase de poética que es la ética.

Vuelvo a algunas de las preguntas del principio.

¿Qué derecho tengo de contar el final de esta historia? ¿De exponer su desgarramiento? ¿De exhibir su desequilibrio?

¿Puedo hacerlo?

¿Debo hacerlo?

¿La ficción o, más ampulosamente, el arte justifican esta maniobra? ¿No se tratará, más bien, de otra manera de resaltar la indiferencia?

¿Escribir el dolor no será, también, acaso, una forma de neutralizarlo?

¿Una simple justificación de mi distancia?

¿Ha de narrarse la degradación del amor paso a paso, como si se tratara de una secuencia de hechos tersa, impecable? ¿Cómo si observase, ya lo he dicho, a una bacteria bajo el microscopio?

¿O se vale alterar los hechos, protegerla con metáforas desligadas de lo vivido?

¿Qué historia nos pertenece? Y, repito, ¿cómo contarla?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Visitantes

Datos personales