En tu estantería he puesto poemas,
poemas que para ti son “yo mismo”.
En mi estantería ningún poema,
y en los días sufridos ningún “yo mismo”.
En la vida de los que cantaron mejor
rasgos hay de tal sencillez
que cualquiera que, auténtico, la gustó,
sólo puede terminar en silencio.
Nacido del linaje de cuanto es,
pariente de un futuro que existe ya,
cómo no caer finalmente
en la herejía de la sencillez inaudita.
Me avergüenzo, cada días más,
de que en lo hondo de un siglo de tales sombras
subsista cierta enfermedad aguda:
la “enfermedad aguda de la poesía”.
poemas que para ti son “yo mismo”.
En mi estantería ningún poema,
y en los días sufridos ningún “yo mismo”.
En la vida de los que cantaron mejor
rasgos hay de tal sencillez
que cualquiera que, auténtico, la gustó,
sólo puede terminar en silencio.
Nacido del linaje de cuanto es,
pariente de un futuro que existe ya,
cómo no caer finalmente
en la herejía de la sencillez inaudita.
Me avergüenzo, cada días más,
de que en lo hondo de un siglo de tales sombras
subsista cierta enfermedad aguda:
la “enfermedad aguda de la poesía”.
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