5 sept 2011

Entrevista - Ian Mc Ewan



¿Habrá un día en que los escritores sólo se comuniquen por Twitter?
Ese día dejarán de serlo. Por muchos medios que aparezcan, ninguno es capaz de reflejar la complejidad de las relaciones humanas como una buena novela.

¿Tampoco el cine?
Cuando dos personas se encuentran en una habitación, sólo una novela puede aproximarse a la densidad y delicada textura de las emociones que 
se despiertan entre ellos.

Pero también ha ido transformándose.
En lo esencial sigue siendo tan idéntica a sí misma como la naturaleza humana, y por ello tan universal y vigente hoy como en Homero. Seguimos sintiendo lo mismo ante la muerte o el amor que los personajes de 
Shakespeare o Dickens. Por eso los leemos.

¿Por qué se empeñó en escribir?
Fui lector entusiasta y a los 20 años ya sabía que sólo quería ser escritor. Aspiraba a participar en esa conversación que mantienen todos los escritores entre sí y con los lectores de todas las épocas, lenguas y culturas. Quería hablar con mi voz, pequeñita e ignorada al principio, y luego algo más confiada.

(…)
Otros dirían que está todo el día solo.
Lo disfruto. Esa es la parte externa del asunto. La interna es que cada día me ilusiono con lo que escribo. Entiendo la literatura como una indagación de todos: escritores y lectores en la naturaleza humana. Intento aprender observando y escuchando, y leyendo más sobre cómo somos. Y después trato de compartirlo.

¿En eso los suyos ayudan o estorban?
Me he casado dos veces: es suficiente para mí. Y mis hijos han sido esenciales: aún me enseñan amor y paciencia. Esas relaciones de larga duración con algunas personas son lo más importante de mi vida.

Además están sus personajes.
Me fascina la doble moral: que podamos ser infieles y celosos, como en 
Solar.

¿Cómo logra que fascine al lector?
Hay que coquetear con su curiosidad. Tienes que lograr atraparla y que le dure bastante para que quiera quedarse contigo las 24 horas que cuesta leer una novela.

¿Cómo?
Calor humano. Además debes conseguir que tu texto se lo brinde y le acompañe. Lo primero es que se crea la novela, y para eso tiene que creerse al autor, su voz, y reconocerle autoridad en humanidad.

¿Cuál es el secreto?
Chéjov con tres frases te hace saber que estás en manos de un maestro.

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