8 feb 2011

CARTAS DE AMOR

París, martes 16 de agosto de 92.
Querida mujer, heme aquí en París de donde al fin puedo escribirte largo y tendido. Acabo de hacer un viaje de diez días, como una ráfaga, para reponernos un poco de la terrible crisis que se produjo luego de los hechos que conoces. Después de tres días en Le Havre, Honfleur y Trouville, nos fuimos a casa de la prima y con los Fasquelle. Pero no me gustan ni Fécamp ni Etretat, pues aborrezco las playas pedregosas. Ustedes están mucho mejor en Cabourg. Esta mañana regresamos de Médan y volveremos a salir el jueves por la noche, esta vez por seis semanas. Nos quedaremos entre ocho y diez días en Lourdes, para luego ir a Marsella y a Aix-en-Provence, parando en cada ciudad que nos encontremos por el camino; finalmente pasaremos una semana en los alrededores de Niza y regresaremos a París el 9 de octubre.
Durante todo este largo viaje no te preocupes si no recibes otra cosa que mensajes muy cortos, escritos de prisa, pues me resulta muy difícil escribirte ahora que la lectura de nuestras cartas ha demostrado la existencia de nuestra correspondencia. Haré todo lo posible para mantenerte al corriente y por lo demás basta con que sepas que estoy bien de salud y que no te olvido. Tú por tu parte podrás escribirme por lista de correos a las direcciones que te daré. Así que desde ahora te suplico que me escribas el sábado 20 y el miércoles 24 a Lourdes (Hautes-Pyrénées); siempre por lista de correos con las iniciales que convinimos. Una vez que esté allá te diré adónde deberás escribirme después y en qué fechas. Me encantaría hablar contigo para contarte todo lo que ha pasado desde aquel pavoroso día de nuestra partida. Sería demasiado largo para escribírtelo y además hay cosas que ni siquiera quiero escribir. En resumen, creo que las cosas irán mejor en el futuro. Ahora que la calma más o menos ha retornado, gracias al viajecito que acabamos de hacer, juzgo con la cabeza fría la nueva situación y en verdad espero que el invierno próximo tendremos un poco más de tranquilidad. Yo te explicaré todo esto de viva voz, hablaremos largamente, intentaremos organizar la situación lo mejor posible. Ya está decidido que los asuntos de interés serán arreglados, que me aseguraré a favor de los niños y que su parte será legalmente determinada en mi sucesión. Tú y yo nos arreglaremos siempre y, pase lo que pase, sabes que jamás podrán separar nuestros corazones. Tal vez aún tengamos algunos días malos en el futuro. Pero tú me has prometido ser fuerte, jamás desanimarte, amarme a pesar de todo; y sinceramente tengo muchas esperanzas, pues no podemos ser más desdichados de lo que lo hemos sido y veo el porvenir menos obscuro.
Espera entonces a que llegue el mes de octubre sin inquietud, no pienses en estas cosas, ponte en mis manos sin olvidar que yo velo por la felicidad de ustedes tres. Yo quiero que sean felices. Si de nuevo en esta ocasión evité un escándalo, si he impedido una separación violenta, es que no quiero poner un remordimiento en nuestro cariño, es que si yo me portara mal jamás me lo perdonaría. Tengo un deber que cumplir que cumpliré hasta el final; pero aun al precio de mi sufrimiento, por lo menos quiero comprar la felicidad de ustedes tres. Vivan tranquilos, diviértanse, hagan una buena provisión de salud, pues mi única alegría es saberlos alegres y de buena salud [...] Yo continuaré enviándote mis cartas a la casa Vallette, hasta que me hayas enviado tu nueva dirección. Si los baños le hacen bien a Denise, báñala lo más frecuentemente posible. Y déjala jugar con los charcos, aun si pierde su pantalón en el mar. Se le comprará otro y eso es todo. Las noticias que me das de ella hacen latir mi corazón, pues pienso en la alegría que me daría verla crecer. Pobre dulzura mía, no hay hora en que no piense en ella y todos los niños que pasan me la recuerdan. Y también a mi pobre Jacques, a quien no podré ver cuando dé sus primeros pasos en la arena. Me parece, como tú me lo escribes, que será muy dulce y muy afectuoso. Cada vez que pienso en él lo veo volver la cabeza con esa timidez que lo distingue. Y me invade una emoción tal que los ojos se me arrasan de lágrimas. ¡Ah, los hijos queridos! Que sean buenos contigo, que te den mucha alegría, para que por lo menos te consuelen ya que no puedo estar junto a ti. Ten mucho valor, querida, mucha bondad y mucha ternura.
[…] Querida mujer, a punto de salir te estrecho tiernamente entre mis brazos, junto con nuestros dos pequeños. Me hace bien hablar largamente contigo, pues sin duda durante mucho tiempo no podré hacerlo. Tendrás noticias mías y estate segura que todo lo que no tendré tiempo de decirte lo pondré en un beso. Y ya veremos en octubre. Las cosas tendrán que arreglarse de una u otra manera. Ustedes son mis tres hijos, mis dos nenas y mi niño: déjense llevar por mí y duérmanse en mis brazos con la certeza de que siempre tendrán un despertar feliz. Mil besos.
Médan, sábado 31 de diciembre de 92.
Feliz año, querida; no me atrevo a decir como la buena gente feliz año y que sea mejor que el anterior. Nuestros años no son más buenos y me desespera no verlos mejorar. Esperemos de todas formas que la vida tenga piedad de nosotros y que algún arreglo feliz pueda producirse. En todo caso, querida, lo que te deseo es que seas muy indulgente, muy paciente y muy sumisa. No podremos salir de nuestros pesares si no es con mucha bondad. La rebelión sería nociva y nos dejaría en la peor de las desgracias. Hay que pensar que todo recae sobre mí. Por lo demás, yo sé cuán razonable eres tú y no te escribo para regañarte. Por el contrario, sólo tengo gratitud para contigo por la manera tan prudente en que has asumido tu difícil existencia. Tan sólo me ha parecido que en estos últimos tiempos la paciencia a veces se te agota. Sería una enorme inquietud para mí saberte menos buena, menos decidida a someterte, por la propia felicidad de nuestros hijos. Ahora que llega el año nuevo es necesario que sea el año más feliz posible para todos nosotros. Apelo a tu inteligencia y a tu buen corazón; estoy muy seguro de que me amas demasiado para causarme la más mínima pena. Así que feliz año, querida, y que nuestros hijos se porten bien, que crezcan rápido en fuerza y en inteligencia. Que nada demasiado malo nos suceda y que seamos recompensados por amarnos y por amarlos. Suceda lo que suceda yo estaré siempre ahí para defenderte, para asegurarte una vida feliz. Tengo una pena enorme, pero cuento contigo para aliviar mis pesares.
El año comienza bien y el tiempo sigue soberbio. Aquí tenemos hasta diez grados de frío durante la noche, pero en la mañana el sol brilla sobre el campo blanco por el hielo y es verdaderamente soberbio, esta llanura toda blanca con árboles tan completamente blancos que uno podría pensar que están hechos de azúcar cande. Resulta entonces muy bueno caminar, cuento con dar algunos paseos. Eso me distraerá [...] Hoy no te ruego que los beses porque yo mismo voy a hacerlo en las cartas que les escribiré. (1) Habrá que leérselas diciéndoles que su papá los quiere mucho, aún más de lo que se los dice. Feliz año, querida, beso tus ojos hermosos y te mando todo lo que puedo de mi corazón. Tú eres la madre de mis hijos y ese es el motivo por el cual me eres sagrada, el motivo por el cual te amo tanto. No pasa ni una hora sin que yo piense en ti y cualesquiera que sean los sufrimientos que tenga que soportar a causa de ti y de nuestros hijos jamás podré agradecerte lo suficiente habérmelos dado. Te amo y te beso.

Médan, miércoles 28 de junio de 93.
Querida mujer bien amada, ¡qué vuelta al campo la noche del lunes! Llegué a Villennes en medio de un aguacero. La carreta inglesa me esperaba, pero ya se había transformado en barco. Tenía agua hasta los tobillos; jamás me había caído un chaparrón tan fuerte. Mas todo esto me inquietaba por ti, así que miré para su casa a la hora en que pensé debían subir la cuesta. Había muchas nubes. En fin, tal vez ustedes hayan podido regresar entre dos chubascos. Pensaba en mi pobre pequeño Jacques que estaba un poco molesto y temía que su estado empeorara si se mojaba demasiado. ¿Lo habrás cuidado bien y está mejor, no es cierto? Además acabo de verlo, a mi pequeño Jacques, en la ventana de la querida casa de ustedes. Tú lo sostenías entre tus brazos y me lo mostrabas, muy alto. También lo vi ayer martes. Las once de la mañana es muy buena hora, no podremos dejar de vernos una sola vez. Tú estás a la sombra, no debes sufrir el sol. Sólo que esta mañana el aire no estaba lo bastante claro y las vi mal, a Denise y a ti, porque seguramente llevaban ropa obscura. Jacques, en cambio, estaba todo de blanco. No puedes imaginarte cómo me late el corazón cuando los veo a los tres, tan lejos. Se me llenan los ojos de lágrimas. Mi corazón vuela hasta donde están ustedes y me pongo al mismo tiempo muy feliz y muy triste. Creo estar con ustedes y sin embargo, ¡estamos tan poco tiempo juntos! La prima vendrá sin duda el sábado con sus dos hijos (2). Pero como volverán a irse el lunes, los acompañaremos y no iré solo a París. Así que no nos veremos sino hasta la tarde en tu casa. Trataré de llegar a las tres para contar con dos buenas horas para estar contigo y con mis dos queridos pequeños. Esta esperanza de verlos así, una vez por semana, me impide hundirme en la desesperación más absoluta. Dile a Denise que es necesario que se aprenda bien sus letras. Si el lunes próximo me las dice sin equivocarse le daré el regalo que ella quiera. Es una vergüenza que una niña de casi cuatro años no se sepa sus letras. Es necesario que sea muy prudente y muy estudiosa para que nos sintamos orgullosos de ella. Todavía no logro sentirme lo suficientemente bien. Voy a intentar dedicarme con mayor ahínco al trabajo para no sufrir demasiado durante este interminable verano. Yo que me hacía una ilusión de poder descansar luego de tanto trabajo, no sueño más que en volver a París, de estar ya en octubre para volver a verlos. De todos modos tengo que ser razonable y no fatigarme demasiado. Yo sé que me amas, que me esperas y que sería conveniente que tomara la vida con más alegría. Te prometo hacer un esfuerzo enorme para ser feliz de todos modos. Querida mujer bien amada, he depositado mi confianza en ti y debe bastarme saber que tengo en tu corazón y en los corazones de mis dos queridos hijos un refugio de paz y de consuelo. Ustedes son mis tres hijos adorados, pienso en ustedes como en la única felicidad, la única alegría que me queda. Te lo he dicho con frecuencia: si ustedes me faltaran, todo se vendría abajo. Frente a la pena más minúscula, me refugio con el pensamiento entre ustedes. Me sostiene saber que en alguna parte hay tres corazones pequeños que se han entregado a mí y ya no se separarán de mi lado. Esta es la razón por la cual tienen que amarme muy fuertemente, mis queridos tres hijos, para ayudarme a vivir e impedirme sufrir demasiado. He soñado contigo esta noche, querida mujer bien amada. Te acuerdas de la noche en que subí para sorprenderte, y en que besé tu hermosa trenza que nunca había visto así. Sueño con ella desde entonces, sueño con esa trenza tan tibia y que huele tan bien. Pues bien: esta noche la he tenido en mis labios y la trenza me perfumaba por completo y yo estaba como bañado en tus cabellos vivos. Mis tres queridos hijos: los beso con toda la fuerza de mi pobre viejo corazón que sufre tanto. ¡Hasta el lunes! ¡Hasta el lunes! ¡Hasta el lunes! Tendremos un almuerzo encantador y nos besaremos muchísimo para que tengamos una buena provisión de besos para toda la semana próxima.

A Madame Rozerot en Cheverchemont par Triel
París, viernes 13 de julio de 1894.
Querida mujer bien amada, no hay por qué preocuparse si me has visto un tanto enfermo el día de ayer. No es nada grave y la molestia es tan sólo que me duele mucho cuando me atacan estas crisis (3). Estoy pagando sin duda mi enorme trabajo del invierno pasado. Además, y esto es cierto, no soy feliz. Esta división, esta vida doble que estoy obligado a vivir termina por desesperarme. Por lo mismo te ruego que seas buena conmigo y que no te enfades cuando las cosas no salen según nuestros deseos. Yo había acariciado el sueño de hacer feliz a todo el mundo a mi alrededor, pero descubro que esto es imposible y yo soy el primer afectado. Cuando ayer por la noche llegué de nuevo a mi casa, estuve muy triste. ¡Yo que había disfrutado por adelantado el ir a verlos! Apenas si pude hablarte, no pude decirte todo lo que me hubiera gustado decirte, apenas besé a mis pobres bebés. Esta mañana aún me pregunto si es cierto que los he visto a los tres. Y lo peor de todo es que yo no quisiera llevarles sino alegría en las raras ocasiones en que voy a verlos. Ayer no les llevé más que tristeza. Estoy desolado y muy enojado conmigo mismo. Atravieso por un mal momento. Si trabajo es porque no sé qué hacer, pues no tengo el corazón para pasearme o distraerme de otra manera. Así que me aburro y tomo un libro. Espero que este estado cese; quiero estar muy bien la próxima semana cuando los vuelva a ver en París. Prefiero también encontrármelos a solas [...] Hay que estar alegres y tener buena salud, querida mujer bien amada. No te preocupes por el pobre hombre que soy. Tú eres joven y no debes entristecerte. Acuérdate que yo te quiero con todo mi corazón y no te preocupes por lo demás. Lo que no puede cambiar es el cariño que les tengo. Cuando me veas triste, preocupado, sufriendo, ten la seguridad de que no tienes nada que ver en ello; y la única manera de aliviarme es que no te entristezcas por mi estado, que me conserves en ti mi rinconcito de felicidad siempre joven y siempre contento. Es necesario que sigas siendo mi alegría.
Besa por mí fuertemente a mis dos pequeños, querida mujer bien amada. Denise es cada vez más gentil, más afectuosa, y Jacques crece como un hermoso muchacho. La idea de que nos amarán y serán nuestra alegría me consuela de muchas cosas. Y es necesario que sean también casi todo para ti, ya que no puedes tenerme. Son el querido lazo que nos mantiene unidos y que nadie puede romper.
Les mando un beso de todo corazón a mis tres hermosos hijos. Quiéranme bien aun cuando no los haga tan felices como quisiera. Le mando un beso a Jeanne, le mando un beso a Denise, le mando un beso a Jacques, por orden de estatura, y los guardo a los tres en mi corazón. Hasta el miércoles.
 
Norwood, jueves 27 de octubre de 98.
Querida Jeanne bien amada, estoy feliz por las buenas noticias que me das de los niños, y sobre todo por Jacques, que me preocupaba por los primeros días de habituarse al liceo. Me cuentas cómo fue su primer día de clases y ya es un gran adelanto que haya regresado contento. Si no jugó de inmediato durante el recreo largo, estate segura que pronto lo hará y que incluso ya no pensará más que en jugar. Pero lo que me preocupa más es su estado de salud (4). Estoy tan desesperado como tú de que este niño coma tan mal. Pídele al doctor (5) de mi parte que lo examine bien y sé muy firme a la hora de hacerlo seguir el régimen que indique. Sobre todo, tenme perfectamente al corriente de su salud y de la manera en que se comporta en el liceo, si puede quedarse en noveno, si no se aburre, si juega con sus compañeros, si regresa contento por la tarde, en fin: todo. Denise es también una muchacha muy graciosa. Dile que la felicito por su medalla de plata. Y para el año próximo debe ganarse la medalla de oro. Respondo aparte a su bonita carta. (6) Le responderé a Jacques en cuanto me escriba. Me preguntas qué pienso de los últimos acontecimientos y si volveré pronto. Por desgracia, temo que aún permaneceremos algún tiempo en la incertidumbre. Tú viste lo que pasó el martes, el gabinete derribado, las calles alborotadas por los bandidos. (7) Luego de pensarlo no estoy demasiado a disgusto con esto, el gabinete no era tan bueno y el que va a reemplazarlo no será mucho más malo.
En todo caso, cualquiera que sea, estará obligado de todas formas a desembarazarse legalmente del asunto. Lo importante es saber lo que va a pasar hoy en el Tribunal supremo (8). Naturalmente no sé nada al respecto, así que no puedo decirte cuáles son mis esperanzas y mis temores. Creo, no obstante, que tendrán que acabar de todas formas con el asunto, y acabar con nuestra victoria. Siempre he pensado que mientras más se deterioren las cosas más seguro será nuestro triunfo. Así que no te preocupes si oyes decir que las cosas van muy mal: quieren decir que nos irán muy bien. En cuanto a prever la fecha de mi regreso, es muy difícil. Acuérdate lo que te expliqué: que más valía quedarme otras seis semanas aquí para que la victoria fuera segura. Si el Tribunal supremo se decide a iniciar una investigación, esto significa un mes más, pero al mismo tiempo es la luz completa, el triunfo seguro. Si decide inmediatamente la revisión, las cosas marcharán con mayor rapidez, pero los obstáculos serán más grandes. Así que desea no verme de inmediato, para estar segura de volverme a ver triunfante. Estaremos un poco más seguros la semana próxima. De todas maneras temo que no podré volver a París antes de dos meses. Sé muy valiente, retoma tu vida tranquila con tus hijos, cuídalos, vigila sus estudios y tus días estarán tan ocupados que podrás esperarme con resignación. Yo también sufro mucho de estar separado de ustedes y sólo me da fuerzas el pensar que nos amamos tiernamente y que todas estas estúpidas desgracias tienen que acabar.
El tiempo se descompone mucho aquí, pero de todas formas salgo todos los días. Trabajo y tengo buena salud. Les mando saludos cariñosos a los Alexis. Continúa siendo prudente con ellos, pues temo alguna tontería hecha sin malicia. Me parece que ahora todo está arreglado en tu casa, así que no tenemos que padecer todos esos detallitos de instalación que nos inquietaban. Tenme al tanto de todo.
Tus cartas me llegan ahora al día siguiente del día en que las pones en el correo, en el momento en que me sirven el té, hacia las cuatro y media. Y me traen un poco de ustedes, la única gran alegría de mi jornada. Y entonces beso las cartas con fuerza porque no puedo besarte yo mismo. Les mando todo mi corazón, mis dos queridos y mi Jeanne bien amada.
 
Norwood, jueves 18 de mayo de 99.
Querida mujer bien amada, antier martes recibí la visita de Clemenceau, quien comió y pasó la tarde conmigo (9). Me ha traído excelentes noticias de Francia, que por lo demás ya conocía. Cada día los hallazgos, las nuevas revelaciones aseguran aún más nuestra victoria. Encontré a Clemenceau completamente convencido de que la Corte no puede hacer otra cosa que decidir la revisión; y como aún expresé alguna reserva, casi se enojó conmigo. Así que habrá que creerles a nuestros amigos ya que están tan afirmativos. Por lo demás, me refirió detalles que sería demasiado largo proporcionarte y que en efecto prueban que por todos lados nuestra causa ha triunfado [...]

Ayer terminé mi capítulo veintinueve. Todavía me queda uno por escribir: el treinta y último. Espero haberlo terminado para el 28, de forma que las emociones de las audiencias no recaigan en mi trabajo. Esto me hace sentir muy feliz, sentiré un alivio enorme cuando por fin haya terminado de poner en pie una obra tan gruesa y que me ha exigido un esfuerzo tan grande. Hay muchas faltas en el folletón de L'Aurore. Se ve que no estoy ahí para supervisar la publicación, pero los lectores nunca se dan cuenta de nada.
Sin embargo es cierto que era la fiesta de nuestra Denise el 15, el mismo día en que apareció el primer folletón. Confieso que lo había olvidado por completo. Había mirado con detenimiento el pequeño almanaque que me enviaste. Pero el 15 de mayo el santo es Germier. ¿Y quién es ese Germier? (10) ¡Se trata de un santo extraviado que me ha engañado! En fin, le darás las más cumplidas disculpas a nuestra Denise. Como por lo demás no le pude dar nada a Jacques, se encuentra exactamente en el mismo caso que él. Son dos pendientes que arreglaré juntos cuando regrese. Diles que reflexionen y que escojan su regalo por adelantado.

El señor al que has visto en casa de Alexis debe ser Maurice Guillemot, un muchacho al que conozco desde hace largo tiempo y a quien me volví a encontrar en Mónaco hace algunos años 
(11). Tiene razón de intentar triunfar en su hijo, pues en lo personal ha fracasado en todo. El señor Jacques se porta muy bien porque constantemente tiene buenas calificaciones y está decidido en convertirse en un pianista de primer orden. Ya le respondo a Denise, su carta tiene una ortografía mucho mejor (12). Si su lentitud para hacer avances proviene en exclusiva de su atolondramiento, debería de vigilarse más. En fin, tienes razón, nuestros hijos son los más hermosos, los más inteligentes y los mejores.
Aquí el tiempo se ha vuelto a echar a perder. Desde el día de ayer no ha parado de soplar el viento y de llover. Tuve que dejar de hacer fotografías. Los castaños y las lilas al fin han florecido, pero los encuentro delgados. Lo que resulta admirable es la verdura. Hay avenidas magníficas. Pero poco importa, estaré más que contento cuando me despida de ellas. Y como dices, luego de reflexionar con más cuidado, suceda lo que suceda, no es a Inglaterra que regresaré a pasar las vacaciones. Tengo más que suficiente.
Estoy muy molesto, muy harto. Pero no te preocupes, sin embargo, por mi salud, que a fin de cuentas no está mal. Duermo bien y como bien. Todas las abominaciones que he padecido, todo el largo trabajo al que vengo de condenarme no me habrán demolido demasiado. Hay más jóvenes y más inexpertos que van más mal.
Mi Jeanne bien amada, mi pequeña Denise y mi pequeño Jacques, los beso con todo mi corazón y les anuncio que pronto tendremos la gran fiesta.

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