Bueno, hermano, así al toque nomás, te mando algunas impresiones de mi viaje por Siria, Jordania, Palestina/Israel, Grecia, y Turquía. Como sabes, éramos un grupo de cuatro escritores —dos novelistas, dos poetas— viajando como embajadores culturales, y presentando nuestras obras en varias universidades de la region, incluyendo Aleppo, Damasco, Amman, Ramallah, y Estanbul (donde estoy hasta el momento). En cada ciudad nos reunimos con escritores locales, periodistas, editores, etc., y todos nos trataron con mucho cariño a pesar de los problemas políticos que la mayoría tiene con el gobierno estadounidense. El tramo de Aleppo a Jerusalén lo hicimos por tierra, y la belleza de la región no deja de impresionar. Fue un viaje demasiado corto, y estas notas son impresiones, y no conclusiones. En fin, basta de preámbulos. Algunos apuntes:
1.- Más me conmueve rezar en una mezquita que en una iglesa. Será porque no entiendo el árabe y, como tampoco entiendo a Dios ni mi relación con él, siento que el estar sentando entre una multitud, sordo y mudo, es la forma más honesta de rendirle tributo.
2.- En la universidad de Damasco, leímos en un auditorio lleno de alumnos y, luego, conversamos cuatro horas sobre la guerra en Iraq. Una experiencia inolvidable: la emoción que predominaba, obviamente, era el miedo de que el cáos que se ve cada día en Bagdad se vaya a extender a Siria. Hay un millón de refugiados Iraquíes en Siria, y cada día llegan más.
3.- Yugoslavia bajo Tito = Iraq bajo Saddam = Siria bajo Assad.
4.- En la ciudad vieja de Damasco, conocí a un kurdo llamado Kevon. Lo primero que me dijo cuando lo pregunté de dónde venía fue: De Iraq. Nunca vayas a Iraq. Luego sonrió, y me dijo que no, que no era para tanto, que en realidad todo en Kurdistán andaba muy bien, sin problemas. Estábamos sentados en el patio de La Gran Mesquita, una plaza de marmól que relucía bajo el sol, llena de niños que jugaban, gritaban y cantaban felices. ¿Qué haces en Siria?, le pregunté. He venido a registrar a mi familia en la lista de refugiados de la ONU. Sorprendido ante su respuesta le pregunté: ¿Pero si todo va bien en Kurdistán, o no me acabas de decir eso? Claro, dijo Kevon, ahora, pero en dos años, ¿quien sabe? Si Kevon se reigstra ahora, en mayo del 2007, le darán una cita para el próximo año, quizá en febrero, si tiene suerte. Kevon tiene mi edad, treinta años, y dos hijos. Y no piensa esperar hasta que la violencia llegue al norte de Iraq para recién pensar en como salvar a su familia.
5.- Esa noche estuve tan enfermo que casi me desmayo delante del Ministro de Educación de Siria.
6.- Claro, una cosa es leer las noticias sobre la pared que Israel está construyendo para defenderse de los Palestinos, pero es otra cosa verla: se extiende a lo largo de las colinas secas a la salida de Jerusalén como una cicatríz. Los Palestinos viven encerrados en unos ghettos, y sólo pueden entrar o salir con el permiso de los soldados Israelitas. El viaje por carretera de Jerusalén a Ramallah antes demoraba cinco o diez minutos. Ahora puede demorar dos horas, o seis si los soldados están de mal humor. En Ramallah, los alumnos nos contaron todo lo que hacían para llegar a clase a tiempo, una dedicación a sus estudios que no se ve en los EEUU, por ejemplo. Y, nunca me olvidaré de una Palestina de apenas veinte años, de una maduréz increíble, que me dijo que lo que más pena le daba eran los soldados Israelitas. Tienen miedo, me dijo, y por eso nos tratan mal, y aprenden a odiarnos, sin conocernos.
7.- Jugué fútbol en Jerusalén. Estaba caminando y vi el partido, una pichanga de nivel bastante aceptable, y salté la reja para ver de cerca como armaban el ataque. Me senté al lado de la cancha, y después de un rato se acercaron dos árabes. ¿Eres judío?, me preguntaron. No, les dije, y les enseñé la cadenita de plata con la figura de San Martín de Porres que tengo desde hace diez años. ¿Quieres jugar? Sí. ¿De dónde eres? De Perú, les dije, pero no habían escuchado de nuestro país. Cerca de Brasil, expliqué, y ahí sí, todos querían jalarme para su equipo.
8.- En Nazaret conocí a un cineasta Palestino llamado Annan, un joven serio que nos miraba desconfiado, sin sonreír, mientras cada uno de los gringos leía sus textos. Hubo una conversación muy amena entre todos, menos Annan, quien se negó a participar. Finalmente se animó, y explicó que no había pensado venir porque sospechaba que eramos demasiado convecionales en nuestras ideas sobre el arte. Me atacó directamente porque, en un momento de la conversación, yo había aludido al cine, la narrativa y la poesía como si todo producto artístico de Palestina tuviera una base política. No, dijo Annan, no es así. Yo soy un narrador abstracto. Estoy escribiendo una obra de teatro de un hombre que vive en las entrañas de un gusano. Es una comedia. Si ustedes quieren hablar de política, me voy. Si quieren hablar de arte, me quedo. Y vaya tenía razón. Es natural: un artista quiere hablar del arte. Debe hacerlo. Entonces, le pregunté: ¿Qué piensas de Beckett?
10.- Los conflictos internos de Turquía se parecen de algún modo a los del Perú, y tienen como tema de fondo una pregunta muy compleja que ninguna sociedad a podido resolver: En esencia, ¿qué significa ser moderno? El dilema en su versión turca: ¿puedes ser Musulmán y acceder a la tecnologia, estudiar en la universidad, hacer politica sin que el estado o la cultura secular predominante te obligue a negar tu identidad? La versión peruana: remplaza la palabra “Musulmán”, con “indígena”.
11.- Caminar solo por las calles de una ciudad extraña, sin hablar el idioma local es una de las sensaciones más agradables que existe. Es la libertad total".
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