11 abr 2011

Por qué, cómo y para qué escribir




Ya llevo muchos años escribiendo y siento cuando estoy en el estado proclive, propenso a escribir algo, lo llamo "estar a punto de poema", bueno, a veces es un poema, a veces un relato, a veces una novela, un ensayo... Es una sensación interior que hace que no tenga ninguna duda acerca de cuál es el género. Hay ocasiones en las que tengo estado de opinión, y otras un tema que sé que es un cuento o sé que puede ser el germen de una novela.
Pero no escribo todos los días, ni muchísimo menos, paso largos periodos sin escribir. Yo distingo entre el acto físico de escribir, el estar sentado frente a la computadora, y el acto interior... Escribiendo estoy todo el tiempo, porque escribir es un ángulo de extrañamiento desde el cual miras el mundo como si no estuvieras completamente integrado en él. Así que la pregunta es qué observas: el rostro de la gente, las calles... Yo creo que la posición de marginalidad del escritor es la de no estar completamente integrado, de no estar completamente adaptado a la vida.
La vida sigue siendo una cosa misteriosa, y cada uno es un observador que ve su propio cuadro. El escritor tiene que ser su cuadro, para investigar su estado de ánimo, para investigar sus sentimientos y yo creo que para vivir cosas que a veces no le hacen bien a su vida, pero le hacen bien a su literatura. En ese sentido tiene que saber que es un aventurero interior. El escritor no puede actuar únicamente mediante la razón, porque si hiciese eso escribiría sólo cosas banales, no profundizaría. No hay ninguna inocencia del uso de las palabras por parte del escritor, siempre que sea un escritor consciente de una de las finalidades de la literatura es la belleza de la lengua.
| Escribir es una profesión de alto riesgo, de altísimo riesgo. Todas las cosas profundas son arriesgadas. También es verdad que hay escritores que no corren riesgos porque escriben con la imaginación. Julio Verne escribió sobre mundos imaginarios sin salir de su habitación, en cambio, otros escritores como Joseph Conrad para escribir sobre una isla del Caribe se iban a ella en una barca mal aprovisionada. El escritor tiene muchos instrumentos, la experiencia, la observación, la imaginación... Según el momento tienes unos u otros, y a veces todos en una misma obra.
Lo que yo quiero dejar en mis textos siempre claro es que la pasión no necesariamente es autodestructiva. La pasión es vida, es fuerza. La cuestión es cuál es el objeto de la pasión. No hay que criticar a la pasión, hay gente que nunca la ha sentido, y hay que saber entregarse a algo, cuando una se entrega a algo las cosas son más profundas.
De hecho somos animales históricos. Las circunstancias obligan, tú no sólo eres escritora, además eres víctima y actora de un contexto socioeconómico, entonces es imposible que algunos acontecimientos históricos no te influyan a la hora de que tengas testimoniar acerca de ellos... y que de alguna manera sientas que estás cumpliendo una función casi ética y moral, que es denunciar la injusticia, la miseria, el dolor. Por eso hay una gran parte de mi obra que en Uruguay tiene que ver con la denuncia de las situaciones que condujeron a la dictadura. Hay todo un periodo de mi literatura marcado por el exilio, es más, mi obra estuvo prohibida en Uruguay durante la época de la dictadura, no se podía nombrarme, me quitaron la nacionalidad uruguaya...
El ser mujer determina algunas cosas, por ejemplo, las mujeres normalmente no escribimos libros de guerra. En toda la literatura bélica son los autores son masculinos, porque son los hombres los que hacen la guerra y las mujeres las que las sufren... podría ser de literatura bélica de víctimas. Luego hay fenómenos exclusivos de las mujeres, por ejemplo, el embarazo, el parto... De manera que hay algunas experiencias que son mejor conocidas por las mujeres. Ahora bien, como yo creo que no hay que escribir ni leer sólo para identificarse, y que el se busca a sí mismo en un libro es un narcisista, lo que hay que hacer es precisamente leer para conocer lo diferente, para enriquecerse... entonces, yo no creo que el hecho de ser mujer determine ni los temas ni la manera de escribir o el hecho de ser hombre tampoco.
El hecho de ser mujer no condiciona para nada el tipo de literatura, ni los temas, ni siquiera si yo escribo en yo masculino o femenino. En un momento dado, una editorial decidió publicar una antología de relatos sobre los pecados capitales, cada pecado iba a ser contado por un escritor hombre y una escritora mujer. Yo escribí un cuento sobre la lujuria, y el autor masculino fue Justo Navarro. Mi relato está narrado en masculino y él lo escribió en femenino ¡Sin ponernos de acuerdo! Eso demuestra que justamente un escritor tiene muchísimas veces la necesidad y las ganas de romper el condicionante que es: si yo tengo el destino de ser mujer desde el punto de vista genético y biológico para el resto de mis días, puedo vencer esa limitación imaginariamente y a veces me pongo en la cabeza de un hombre.
La literatura tiene que seguir rehaciéndose, porque aunque se dice que ya está dicho todo, hay que decirlo todo otra vez, porque cada libro se convierte en el libro que el lector lee.
Me siento igual de cómoda en la poesía o en la narrativa; no creo que haya una diferencia importante entre la poesía y la narrativa. La poesía se escribe a renglón partido y, a veces, a renglón continúo. La poesía no es una forma es una esencia. Hay poesía en un paisaje, en una mirada, en un momento determinado. No importa la forma que escribas, yo cuando hago prosa también quiero hacer poesía... Solamente acepto no hacer poesía en el periodismo, pero cuando no hay una necesidad de una comunicación inmediata creo que la literatura es poesía, se escriba en prosa o se escriba en verso. Y a veces también hay muchos versos que no contienen poesía, por lo tanto no es un problema de género.
El lenguaje para nombrar es muy distinto del lenguaje para expresar, la palabra mesa es denotativa, pero si yo estoy utilizando el lenguaje de una manera metafórica, de una manera figurada estoy dando ya una dimensión distinta al lenguaje. Lo meramente denotativo es periodístico, y forma parte del lenguaje oral que tiene como finalidad comunicarnos rápidamente En cambio, en la escritura alcanza una dimensión mucho más amplia, hay distintos niveles de una palabra, e incluso los niveles inconscientes de la palabra, de la evocación.
Un buen escritor jamás pone una palabra que le valdría lo mismo un sinómino, porque incluso, aunque quieran decir lo mismo suenan distinto. En un sentido estrictamente literario no existen los sinónimos. En primer lugar porque suenan distinto, de manera que no hay ninguna inocencia del uso de las palabras por parte del escritor, siempre que sea un escritor consciente de una de las finalidades de la literatura es la belleza de la lengua.
Las palabras son seres vivos: nacen en un momento determinado, crecen, incluso tienen un momento de auge, y hasta pasan de unos ámbitos a otros. Por ejemplo, cuando hablamos de "depresión económica" o "euforia bursátil" estamos pasando un término de psicología a un campo financiero. Eso hace que la lengua esté permanentemente viva y que el escritor tenga con las palabras un tráfico carnal. Yo hay palabras que me niego a usar porque son feas, no las diría nunca ni las escribiría, como hay otras que me muero por usarlas, y a veces fuerzo un texto porque las quiero poner, porque las quiero transmitir. Y esto, aunque el lector no lo sepa lo siente, lo percibe sensorialmente, percibe su música.
Las palabras, además, son un regalo que le damos a los otros, y que el otro puede despreciar o puede valorar, en último término hasta el amor es una cuestión de palabras. Los psicoanalistas dicen que lo que uno dice lo determina el otro, se trata de cómo interpretas tú esa palabra. Eso hace que la literatura tenga que seguir rehaciéndose, porque aunque se dice que ya está dicho todo, hay que decirlo todo otra vez, porque cada libro se convierte en el libro que el lector lee.

Hay una anécdota que recuerdo con enorme cariño: en un momento que estaba muy perturbada emocionalmente, en una conversación con Julio Cortázar en París le decía: "yo no sé de qué me sirve conocer tanto a la gente, estoy harta de darme cuenta de cómo son los seres humanos, de ver lo que veo, como si tuviese una cámara de rayos x y me hace sufrir". Y me dijo "a mí no me pasa -porque él escribía fundamentalmente con la imaginación-, pero no te preocupes Cristina qué es por eso que vas a escribir lo que vas a escribir". Y llegó un momento, cuando ya consideré que había cumplido con mi conciencia política, que me pasé a la literatura psicológica, entonces todo el conocimiento que he adquirido, lo que percibo en los seres humanos se ha volcado en mi literatura. Tenía razón.

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